Un alma inquieta por cumplir un sueño recorre cada semana mil kilómetros. Unos años atrás ni se hubiese imaginado que un viaje a Madagascar lo llevaría a emprender un proyecto y dejar allí su vida. La vida de Gastón Vigo Gasparotti cambió por completo desde que decidió apostar al sueño propio y el de millones de argentinos: erradicar la pobreza en la Argentina. Iglesia Millennial charló con el fundador de Akamasoa Argentina Más Humanidad.
Gastón trabajaba desde hacía tiempo en la fundación Conin en pos de erradicar la desnutrición infantil, pero había algo en el corazón que no lo dejaba tranquilo: “Luego de recorrer 300 de las 4.100 villas que hay en el país, me di cuenta que lo que hacíamos a la mañana, se nos caía a la noche”. Evitando la muerte por desnutrición, el problema no terminaba. Había que modificar el entorno de aquellos chicos, su vivienda y su familia, “porque realmente cuando uno conoce cómo viven, hay conclusiones que duelen”.
El sueño del fin de la pobreza
Antes de casarse, el sacerdote le propuso a Gastón participar de un retiro espiritual, pero había una idea que no lo abandonaba: «No me pude concentrar. En tres días me vi todos los documentales y entrevistas que le hicieron al padre Pedro Opeka”, el sacerdote argentino que hace 51 años vive en Madagascar y logró un modelo para sacar a la gente de la pobreza.
“Ese día me dispuse a buscar el apellido Opeka en Facebook y me encontré con Lucía, su hermana, y le escribí. Al poco tiempo me respondió que Pedro Opeka vendría al país el 3 de julio de 2018 y que sería muy bueno que nos conozcamos”, recuerda Gastón. Con una mortalidad infantil del seiscientos por mil, el padre Opeka comenzó su obra en Madagascar en el año 1968, ocho años después que el país logre su independencia de Francia. El 80% de la población vive en la miseria y la expectativa de vida es de 53 años.
un pueblo que estaba enfermo de hambre, se pudo poner de pie con trabajo, educación y disciplina
Al concretarse el viaje del sacerdote misionero, Gastón lo siguió en cada conferencia: “Me conmovió su prédica, tan coherente, tan sencilla y también tan pasional. Pero en una en particular escuché una frase que me sacudió el alma: ‘Si vas a ayudar, ayudá hasta el final’. En ese preciso instante, decidí que debía renunciar a mi trabajo en la fundación Conin y viajar a Madagascar”.
Decidí que debía renunciar a mi trabajo en la fundación Conin y viajar a Madagascar
Gastón tenía la seguridad de que una obra como Akamasoa, con 29 mil habitantes y más de 500 mil personas rescatadas de la pobreza, era imposible que sea explicada en su totalidad en un libro o en una conferencia. Tenía que conocerla y aprender al lado del padre Pedro y de quienes pusieron de pie ese basural. “Hablé con las hermanas de Pedro y les dije: ‘Quiero traer el modelo Akamasoa a la Argentina’”.
En diciembre de 2018 el joven argentino viajó hasta Antananarivo, en Madagascar y permaneció allí durante casi dos meses: “Fue una experiencia extraordinaria que me permitió ver cómo un pueblo que estaba enfermo de hambre, se pudo poner de pie con trabajo, educación y disciplina”. Akamasoa era un basural y ahora es efectivamente una ciudad, con postes de luz, desagües, veredas, hospitales, centros odontológicos, talleres mecánicos, de carpintería, centros urbanos, más de 35 escuelas, maternidades y hasta cuatro cementerios.
Comenzar Akamasoa en la Argentina
Lima tiene 22.000 habitantes de los cuales 8.000 son pobres. Se encuentra a pocos kilómetros de los dos polos industriales más grandes de la Argentina: Zárate y Campana, a unos 100 kilómetros de Capital Federal. De un estudio demográfico resulto que, de 197 niños, el 34% tiene desnutrición infantil; de 354 adultos, el 49% no trabaja y solo el 30% tiene educación secundaria; de 180 familias, el 69% no tiene agua caliente, y el 46% está hacinado.
Vigo sabía que allí funcionaba un centro Conin, la fundación Más Humanidad, y de regreso a la Argentina, se dispuso a visitarlos. Akamasoa Argentina nació de la fusión con esta fundación, como conjunción de ideales comunes, y con la propuesta de que la ayuda no sea solo hasta los 5 años, sino en todas las etapas de la vida.
Nuestro objetivo es ayudar a que la gente salga de esa condición de marginalidad que tanto duele
“Lima es un pueblo que vive con el dolor de ya no ser. Pero también es un pueblo maravilloso y tiene la convicción de que es posible revertir este drama. Nos ha abierto las puertas desde la primera hora y por eso estamos avanzando a gran velocidad y sólidamente. Nuestro objetivo es ayudar a que la gente se ponga de pie, y a que salga de esa condición de marginalidad que tanto duele”, nos cuenta Gastón.
Akamasoa pretende ser un “oasis de esperanza” para Lima, un barrio donde en un futuro se pueda decir: “Acá había niños con desnutrición y ya no los hay. Había adultos que no trabajaban, pero ahora trabajan todos; que no tenían sus estudios completos, y ahora los terminaron. Vivían niños que habían abandonado la escuela, la han retomado. La gente vivía indignamente, no tenían un hogar lógico para el siglo XXI. Pero hoy tienen un verdadero hogar, con una buena distribución del espacio en sus casas, respetando su dignidad”.
Para Gastón la clave de todo es “ayudar sin asistir”, porque “el asistencialismo nunca puso de pie a un pueblo. Necesitamos gente libre que opte por un camino a seguir que lo haga feliz. Porque a través del trabajo, la educación y la disciplina, es posible vencer cualquier obstáculo”, aseguró, siguiendo los pasos del sacerdote misionero.
Paso a paso, día a día
Akamasoa está siempre abierto y allí “ningún día es igual a otro”. Se enseñan oficios, hay una escuela para adultos según el Programa Nacional FinEs, una escuela debate, hay una huerta que produce dulces para vender, y un equipo de producción de calefones solares, como medida transitoria para las familias que no tienen agua caliente. “Todos los días estamos haciendo algo para avanzar en pos de ayudar a las familias. Pero ellos participan en todo, se esfuerzan y hacen todo lo posible para ponerse de pie”, mencionó Vigo.
El equipo de trabajo está conformado por 45 profesionales que trabajan día a día con la premisa de erradicar la pobreza en la Argentina. Además, la fundación cuenta con 400 voluntarios que participan en actividades específicas, “jornadas que te dejan exhausto pero ellos lo hacen con inmensa alegría, porque tienen pasión por dar dignidad. Son nuestro mayor orgullo”.
Al mismo tiempo, los vecinos de Lima participan en los proyectos y colaboran siempre que pueden: “Con alimentos para la despensa; cediéndonos el centro social de Lima, un lugar emblemático en la plaza principal, donde montamos la escuela y los talleres de oficios; y hasta donándonos un terreno de dos hectáreas, que se convertirá en el primer barrio de Akamasoa Argentina”.
voy a seguir adelante, porque esto no es un proyecto, es una causa en la que estoy dispuesto a dar la vida
Un motor detrás del sueño
Gastón Vigo es un hombre agradecido a la vida y a Dios por todo lo que tiene, y afirma tener la certeza de que “pase lo que pase voy a seguir adelante, porque esto no es un proyecto, es una causa por la que estoy dispuesto a dar la vida tratando de lograr que cada una de las personas que ayudamos, salga de la pobreza”.
Si vas a ayudar a un pobre, nunca le preguntes la ideología ni en credo religioso, ni la nacionalidad. Ayudala y listo.
De una vida académica y entre números, paso a estar “en el barro”, trabajando codo a codo con cada familia: “Esta es una de las grandes lecciones que me dio Pedro: ‘No se puede tratar de construir una ciudad si uno no está en medio de ellos. A los pobres hay que escucharlos, respetarlos y hay que trabajar a la par para que se pongan de pie. Debemos abrazar la miseria en conjunto y luego, sin regalar absolutamente nada, sino con esfuerzos compartidos, vas a ver como lentamente, todos juntos despegaran los pies del suelo´’”.
“Para poder hacerse grande primero hay que hacerse pequeño”, menciona Gastón, al tiempo que reconoce ser una persona más humilde desde que trabaja en el proyecto. “El lugar que ocupa Dios es muy grande, es nuestro mayor sponsor. Si bien esto no es una obra confesional, porque Pedro siempre insiste: ‘Si vas a ayudar a un pobre, nunca le preguntes la ideología, ni en credo religioso, ni la nacionalidad. Ayudala y listo’. Pero a Dios le pido y le agradezco todo lo que va sucediendo, que permite que vayamos construyendo este oasis de esperanza”.
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