¿Tienes algo para dar?

Estamos viviendo un tiempo de gracia. Un tiempo que nos invita a convertirnos en más humanos, más cercanos a Dios y a nuestros hermanos. Un tiempo de reflexión y también de profunda oración. Es necesario que nos despojemos de las superficialidades para poder responder con la mayor sinceridad posible a la pregunta: ¿Tienes algo para dar?  Haciendo que se reflejen en nuestro corazón todas aquellas situaciones de necesidad donde podríamos tomar acción y generar un aporte. Ahora bien, ¿Y si fuera el mismo Jesús quien nos formulara esta pregunta? ¿Qué le responderíamos?  Silencio. A ver que nos resuena adentro…

«Tratemos de ser creativos, constantes y pongámosle mucho ánimo a los espacios de recogimiento personal y comunitario»

Durante la Cuaresma, la calidad del tiempo que dedicamos a la oración cobra un inmenso valor para nuestra vida espiritual porque es una oportunidad para crecer en la fe y renovar nuestra experiencia de encuentro con Dios. Qué provechoso sería que en estos días nos adentremos al desierto con Jesús respondiendo con generosidad al llamado que Él mismo nos hace: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 4,17). Tratemos de ser creativos, constantes y pongámosle mucho ánimo a los espacios de recogimiento personal y comunitario, estas actitudes nos dispondrán el corazón para vivir este tiempo de una manera especial.

Por otra parte, si notamos que la indiferencia fue enfriando nuestro corazón, es el momento oportuno para recobrar el ardor que brota del servicio a los demás. Abramos los ojos, levantemos la cabeza, hagámonos cargo de la realidad que nos grita alrededor. Somos caricia de Dios para nuestros hermanos, extendamos nuestras manos de una vez. Dios está en los que sufren, no pasemos de largo. Acerquémonos, aunque nos duela, aunque sea difícil, crucemos las barreras que nos ponen los miedos y los prejuicios. Desde la humildad que nos requiere el servicio, pidámosle a Dios que nos considere como colaboradores en la construcción de su Reino, convirtiendo en ofrenda permanente todo aquello que nos brote desde el fondo del corazón.

«Somos caricia de Dios para nuestros hermanos, extendamos nuestras manos de una vez»

Puede ser que frente a estos desafíos nos aparezcan las tentaciones de creer que no tenemos nada para dar o que no somos lo suficientemente buenos para que Dios escuche nuestras oraciones ¡Cuidado! No nos dejemos engañar. Recordemos que Dios nos ama tal cual somos porque nos abraza con su misericordia, que va más allá de nuestras fragilidades. No hay nada que podamos esconderle a Dios, Él nos sondea y nos conoce como nadie más. Por todo esto, la Cuaresma, es un tiempo propicio para la reconciliación, para volver al Padre con la certeza de que nos espera y se alegra con nuestra visita. Dejemos que una vez más resuene en nuestro corazón la frase del papa Francisco: “Dios nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”

En fin, ojalá que este tiempo nos sirva para descubrir aquello que podríamos poner de nuestra parte para acercarnos más a Dios. Quizás sea dedicar un poco más de tiempo a la oración, capaz aumentar nuestro compromiso de amor y solidaridad con quienes más nos necesitan o, quien dice, animarnos a responder el llamado de Dios y dejarnos abrazar por su misericordia. Sea oración, sea obra, sea respuesta, todos tenemos algo para dar.

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