Hace ya un tiempo que están de moda estas películas y series donde hay que investigar algún crimen y deducir quién fue el culpable… Por lo general, terminan encontrando una pista. Puede ser una huella, un pelo, sangre… algo que los lleva a identificar a la persona. Hay algo que los hace únicos y reconocibles. A lo largo de la historia, millones y millones de seres humanos nacimos con ese algo que nos hace distintos a los demás. Ninguno fue, es, ni será igual a otro. Eso está claro… La pregunta podría ser entonces… ¿Llegamos a vivir todos con aquello que nos caracteriza, más aún, que nos hace auténticos? Nuestro amigo Carlo Acutis, ya en su juventud, tenía sus dudas: “Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”.
«Ser yo»
“Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”.
Carlo Acutis
Hay una canción de La Renga (tiene altas letras, eh…) que se llama “Ser yo”. La tomo prestada para esta reflexión. Muchas veces nos vemos tironeados interiormente… ¿Te pusiste a pensar alguna vez qué es lo que te lleva a no ser vos mismo? ¿Será el agradar al otro? ¿Será el caer bien? ¿Creerte más piola (y en el fondo terminás siendo más goma)? ¿Para qué mostrar algo que no sos? ¿Para qué hacer cosas que, en el fondo, no te gustan? Hay presiones, internas y externas, que nos llevan a no ser nosotros mismos. Lo peor que nos puede pasar es dejarnos llevar por lo que otros pretenden de nosotros. Chizzo, el cantante de La Renga, aconseja: “No quieras que otros roben tu vida”, ni tampoco “que sangren tu herida”. Muy profundo. Ni siquiera en momentos de dolor habría que aflojar en ser uno mismo. ¿Cuáles podrían ser estas heridas? Pensemos… La incomprensión, el no sentirse querido o valorado, el bullying, la soledad… Pero, ¿realmente la solución es no ser nosotros mismos? “Tu propio siendo quiere ser ya”, nos dice el también guitarrista de la banda. Hay algo en nuestro interior que nos reclama simplemente ser, sin dejarse influir por otras voces sino siguiendo aquella única y auténtica voz que nace de nuestro interior (ser auténtico significa, de hecho, responder a uno mismo, ser dueño absoluto de los propios actos). “Sé vos nomás y al mundo salvarás”, nos dice otro autor del palo, Ricardo Iorio (hoy estamos musicales 😁).

«Reducido a un triste residuo…»
¿Y qué pasa si no me gusta cómo soy, si no me gusta mi físico…? Como lo diría Chizzo en la canción, si te sentís “reducido a un triste residuo que no recicla este basural”. Tranqui, pensalo bien: “Así te quieren, de eso se trata, perdiendo sucio y sin chistar”. Siguen siendo voces que no son las verdaderas, no son las que valen. Prestá atención: la verdadera autoestima es saberse amado por Dios (eso no lo dice Chizzo, te lo digo yo 🙃). Dios nos acepta TAL CUAL somos. El paquete entero. Nos llama a que mejoremos, a ser buenos, a ser santos, sí… pero no espera a que lo seamos para amarnos. Así como sos, Dios te ama. Y eso, debería bastarnos. Y no solo eso, sino que debería también ayudarnos en esto de ser uno mismo. Porque se abre un nuevo camino: el de hacer las cosas de cara a Dios.
Se abre un nuevo camino: el de hacer las cosas de cara a Dios.
Él nos creó únicos e irrepetibles, nos regaló una vocación y está con nosotros las 24 horas. ¿A quién vamos a pretender agradar sino a Aquel que nos ama incondicionalmente, pase lo que pase, y que quiere que despleguemos en nuestra vida todo aquello con lo que Él mismo nos creó? Y lo agradamos viviendo el Evangelio que nos propone. “Ah, listo… ya la cacé. Quiero ser como la Madre Teresa… ¡o como Carlo!”. Ehmm… depende del modo en que lo tomes, te diría, que está bueno o no. “¡Ehh, no te gusta nada a vos…! 😒”. Y… es que el Evangelio incluye el ser nosotros mismos. Los santos son modelos. Carlo Acutis es un modelo. La Madre Teresa, otro. ¡Y grandes modelos! Pero cada uno de nosotros tenemos nuestro propio modo de ser. Ellos nos impulsan a hacer las cosas que hicieron, nos motivan a crecer en esto de la santidad, pero sin dejar de ser nosotros mismos, con nuestro sello, con nuestra impronta, con nuestro ADN. A Dios No lo engañamos… Él nos dice a cada uno de nosotros: “Vos valés mucho para mí, sos valioso y yo te amo” (Is 43, 4). Nos dice: “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado…” (Jer 1, 5). A cada uno nos llama por el nombre y espera que le respondamos: “Simón, hijo de Juan (poné tu nombre), ¿me amás?” (Jn 21, 16). Y ahí se juega la cosa… ¿Aceptamos este llamado único y le brindamos una respuesta única?
«Queriendo ser yo…»
Lo importante es aceptar esto. Creer realmente que Dios me acepta y me ama así como soy, sin condicionamientos. Y, de esta manera, poder aceptarme y amarme yo también. “Como acá me ves, enredado en estas redes, queriendo ser yo…”, dice el estribillo de la canción. Puede que nos cueste, que tengamos nuestros tires y aflojes, que se nos complique. No es fácil, pero es el camino. Preguntémonos de verdad cuáles pueden ser estas redes que nos enredan y que no nos dejan ser. Y después de hallarlas y ponerles nombre, tratemos de desenredar estos nudos para, así, ser libres; y libres en el sentido pleno del término: sin tener ningún tipo de impedimento. Simplemente, para vivir de cara a Dios.
Más allá de la lucha interna, de la confusión, de batallas ganadas y perdidas, lo importante es querer ser uno mismo, a pesar de todo, sabiéndose único a los ojos de Dios. No te olvides: “Tu propio siendo quiere ser ya”.