La Cuaresma es un tiempo para emprender caminos. Volver a casa. Volver a Dios. En el andar son muchos los que quisieron emprender senderos propios y distintos a los que venían acostumbrados. Entre tantos personajes, descubrimos a Moisés y queremos compartir un tramo del camino recorrido por este israelita. Un buscador que se atrevió a soñar en grande. ¿Qué lo habrá movido a dejar de lado su día a día por un proyecto aún desconocido?
La vida del joven Moisés quiere iluminar nuestro presente con una certeza bien fuerte: tanto él, como vos y yo, somos hijos amados por el Dios de la vida, el mismo Dios que viene a traernos paz, consuelo y esperanza. Somos hijos de un Dios Padre que espera de nosotros la valentía de mirar con amplitud la vida; Él nos convoca a mirar más allá de nuestra realidad y descubrir que siempre hay algo más, aún en los momentos mas áridos.
¿De qué manera? Buscando la belleza de lo simple, como en las tardes de plaza. Hay tantas simplezas que desbordan hermosura. Hay que buscar la bondad en lo pequeño, en el mate cebado y compartido, en los regalos de cumpleaños, en los saludos que nos sorprenden. Es un sano atrevimiento animarse a rasgar lo verdadero de las intenciones y dar gracias por tantos bienes recibidos.
Se atrevió a ir más allá de su metro cuadrado
Así es la marcha de Moisés, un buscador, que en algún momento de su vida se atrevió a ir más allá de su metro cuadrado. Rompió las ataduras, los prejuicios y salió en búsqueda de algo que aún desconocía, sentía en lo profundo de su ser que había algo más grande. Cuando se va del palacio, él escapa bien lejos, a tierras de Madián, que se encontraba en medio del desierto. Se hospeda junto a una familia de pastores, se enamora y se casa. De cortesano egipcio pasa a ser el joven que apacentaba el rebaño de su suegro Jetró, estando al cuidado de las ovejas de otro.

Estos acontecimientos podrían cuestionarnos y provocar en nosotros una revisión propia de nuestro día a día. ¿Acaso es posible cambiar de vida de manera tan radical? ¿Es posible que estemos demasiado pendientes de lo ajeno descuidando lo nuestro? ¿No será momento de apacentar nuestros sueños propios?
¿No será momento de apacentar nuestros sueños propios?
Un buen día, Moisés tomó coraje y caminó más allá del desierto, se descubrió frente a la montaña del Señor, el Horeb. Dejó de lado la llanura de su vida. A esto mismo nos invita Dios, a dar pasos más allá, a soñar nuestros propios sueños, no los de otros. Sueños auténticos. A emprender un rumbo bien personal. La certeza de estar caminando en buena dirección es descubrir el auxilio y la bendición del Señor, que nunca, nunca, nos abandona. Tan buen Padre, tan cercano.
En medio de las incertidumbres de este nuevo año, en el que planificar se vuelve todo un desafío porque la pandemia puede patear todo el tablero en cualquier momento, hay que tener el coraje de agarrar nuestra vida en las manos para trazar el comienzo de nuestros propios sueños, la aventura por descubrir mi propia misión, aquella que el Señor soñó para mi vida y que con su auxilio iremos descubriendo. Si ya los emprendimos, renovaremos las fuerzas y la esperanza. Seguir hacia adelante, más y más.
Si el sueño de Dios y nuestros sueños coinciden, hay felicidad asegurada…
La vida del joven Moisés irrumpió el presente de su pueblo dando testimonio de lo importante que es abandonarse en la voluntad de Dios. Hoy nos contagia el coraje de hacernos cargo de nuestros propios trabajos, de nuestras propias aspiraciones y deseos. Tengamos la certeza de que, si nos atrevemos a soñar lo propio —no aquello que la sociedad me propone, no aquel futuro que otros sueñan para mí, sino el sueño que Dios depositó en nuestro corazón—, alcanzaremos el gozo de lo pleno y lo feliz. Si nos atrevemos a descubrir cuál es el sueño de mi vida y el sueño que Dios tiene para mí, emprenderemos la aventura de lo eterno. Si el sueño de Dios y nuestros sueños coinciden, hay felicidad asegurada. Basta con ir más allá del desierto y apacentar nuestros proyectos junto al buen Dios.
Muy profunda esta reflexión que nos invita a no » acomodarnos» , a seguir colmando de esperanzas nuestros sueños y sobre todo a no abandonarlos. Que este tiempo de Cuaresma nos ayude a proyectar la vida poniendo la confianza en nuestro Padre Dios que hace nuevas todas las cosas! Gracias Leo!
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