Estoy sorprendida. Leí por primera vez sobre Carlo en la exhortación apostólica Christus vivit en 2019 y profundicé sobre su vida en 2020, con la noticia de su beatificación. Poco a poco fui tomando contacto con este joven que con su testimonio ha transformado mi vida y sigue obrando con insistencia y artesanía en mi corazón.
En ese entonces vivía en Capital Federal, Buenos Aires. Como periodista y docente, con varios años de servicio en la Pastoral de la Comunicación de la Iglesia, me comprometí con la difusión de una comunicación para la paz, misión que llevo a cabo bajo el patronazgo de Carlo Acutis, y que agradezco a Iglesia Millennial por haberme acompañado a transitar este camino que no deja de ser un desafío pero, a su vez, una gran alegría de entrega diaria que le da sentido a mi vida.

Actualmente vivo en Posadas, Misiones, al nordeste de la Argentina. Después de un tiempo de acompañar a la comunidad del “Centro Juvenil Carlo Acutis” (Barrio Evita, Posadas), quiero compartir algunas resonancias desde corazón. El tiempo pasa y la santidad de Carlo ya se atreve a arrojar algunas certezas que pueden ayudarnos a clarificar y pensar rumbos pastorales que estén conectados con nuestras realidades dándonos herramientas para comunicar y compartir la fe.
Carlo está vivo. Vivo en la gente, en los niños, en los jóvenes, en las madres, en las familias, en las comunidades. Carlo es un joven misionero, que camina la periferia, que está en el barrio, en las plazas, en la catequesis de los sábados todos lo conocen. Los niños hablan de él con naturalidad. Es que “el amigo santo” les reveló una forma de vivir que nunca antes habían escuchado. Ven en él un referente. Un adolescente, que se viste como ellos, les comunica -desde el cielo- una vida que se cimienta en los valores del Evangelio, una verdadera revolución.
Descubro que Carlo busca a los sencillos de corazón. Se adentra en las comunidades, su imagen acompañada de flores, dibujos, cartas y velas está cada día más presente. En los altares de las casas, en las parroquias, en las capillas de los pueblos, en los centros educativos algún espacio se funda con su nombre. Va dejando huella. Como un adolescente inquieto, insiste, llega, te sonríe y ya se queda. Y donde se queda, su presencia interpela, obra, se preocupa y se ocupa, milagrea, da respuestas que erizan la piel. Los testimonios se multiplican. La gente lo quiere como a un hijo más. Las madres le piden por sus hijos. Carlo une en comunión y entorno a él se fortalecen familias.

Carlo nos llama al despojo de Asís. Sutilmente, el Espíritu Santo va clarificando un rumbo pastoral bajo la intercesión de Carlo que tiene como reflejo su vida: cercana a los que menos tienen, humano, sensible a las necesidades, para nada indiferente, comprometido y orante. Un joven que, a pesar de tenerlo todo ante los ojos materialistas del mundo, descubrió el rostro de Jesús en quienes abrigó, dio de comer y ayudó. La santidad de Carlo nos anima a no tener miedo de acercarnos a ese Jesús pobre que en el hermano nos reclama que volvamos a encender el corazón con caridad.
De esta manera confirmo que la misión de Carlo trasciende las pantallas y el mundo digital. Cada día que pasa descubro que presentar a Carlo sólo como el ciber apóstol del siglo XXI es de alguna manera reducirlo. La potencialidad de su santidad trasciende el mundo digital. Carlo tocaba a la gente de carne y hueso, era un joven de encuentros, de amistades, no estaba las 24 horas del día encerrado en su habitación navegando en internet. Era un joven que se cuestionaba, y que iba a la parroquia en busca de respuestas. No le tenía miedo al cara a cara con Jesús eucaristía porque lo veía como un amigo. A la luz de su vida podemos resignificar el valor de ser presencia viva los unos para los otros, tocándonos las heridas con abrazos para poder sanar.
Sin duda alguna, en este siglo, la santidad de Carlo aparece como un signo. El avance de la tecnología, en especial de la IA y sus aplicaciones, dan lugar al surgimiento de amenazas insospechadas. El impacto de esto en la salud mental, en los vínculos y en todos los aspectos de la vida de las personas, y en especial de los jóvenes y niños, nos plantan la necesidad de referentes que nos ayuden a acompañar y a promover una educación que tenga como centro a la persona. La vida de este joven, es un punto de partida para el abordaje de estas problemáticas desde la fe. Una luz que nos ayuda a denunciar que la tecnología debe estar al servicio del hombre y no al revés.

Finalmente, no quiero dejar de mencionar que Carlo tiene una relación especial con las madres. Quien escucha hablar a Antonia, la mamá de Carlo, ya se da cuenta del amor y la complicidad que había entre ambos. Asimismo, en la historia entre Carlo y su mamá no podemos olvidar el sueño en el que Carlo le revela a su madre que iba a concebir gemelos. No la dejó sola. A esto podemos sumar los dos milagros que le valieron la canonización, en ambos quienes solicitan su intercesión son madres, la madre de Matheus y la madre de Valeria. Ni hablar de la cercanía de este joven a María, a quien consideraba la única mujer de su vida. Doy fe, Carlo sigue con cercanía a las madres, a sus inquietudes, sus preocupaciones, sigue siendo un hijo que escucha con amor. Lo experimento en mi compartir con tantas de ellas que están fuertemente unidas a él por la oración.
Caminar la vida de la mano de Carlo es asombroso. Su amistad me lleva a Jesús una y otra vez. Su generosidad me consuela dándome la certeza que exsiste una “autopista al cielo”, que él ya transito y ahora nos espera a cada uno de nosotros.
Agradezco a Dios el don de su santidad y le pido que siga intercediendo por tantas necesidades del pueblo de Dios que día a día desde su sencillez le acercan confiados.
La santidad de Carlo es semilla que irá germinando e irá revelando lo que Dios nos pide en este tiempo. Que como él seamos capaces de vivir con esperanza poniendo nuestra mirada en lo alto vaciándonos de nosotros mismos para dar más lugar a Dios.
Amén

