Un título que sorprende alegremente a aquellos que buscan tener una experiencia cara a cara con Jesús a través de la lectura. Por esas cosas de Dios, pudimos entrevistar a la autora de Mujeres en primer plano para poder contarles los detalles detrás de esta obra poética tan profunda y particular. Relecturas del Evangelio que nos brindan herramientas hermosas para la oración personal y sobre todo nos permiten conocer más de cerca a las mujeres del Nuevo Testamento. “Tan espontáneas, apasionadas, temerosas, avergonzadas y valientes, se muestran tal cual son en un primer plano sin artificios”, nos dice la autora en su libro y es con esta frase que nos adentramos directo en la esencia de esta propuesta.
La hermana María Valeria González es salteña y hace 34 años forma parte de la vida religiosa en la congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. Vivió en distintas provincias del país y desde hace cuatro años se encuentra en La Rioja. Docente, apasionada por la catequesis, trabaja con niños, jóvenes y adultos. Siempre fue una aficionada a la escritura y, después de un tiempo de discernimiento, pudo ofrecer ese don al servicio de la evangelización. Escribió canciones que pudo grabar y, en el año 2014, cumplió el sueño de escribir y publicar su primer libro.

“Tan espontáneas, apasionadas, temerosas, avergonzadas y valientes, se muestran tal cual son en un primer plano sin artificios”
Nos cuenta que el libro no surgió intencionalmente, más bien, fue el Espíritu quien inspiró durante años el proceso paso a paso: “En realidad una vez tenía que escribir algo sobre la vida religiosa y tenía como ícono la figura de la samaritana (ver Jn. 4, 1-30) y ahí por primera vez me salió casi espontáneamente, escribir en primera persona la experiencia de la samaritana tomada del Evangelio, que es la fuente que tenemos como base, por supuesto”. Esa fue la experiencia fundante. Para la hermana María Valeria fue muy lindo poder meterse en la piel de la protagonista del pasaje bíblico y tratar de descubrir cómo podría haberse sentido y reflejar un poco de eso en el escrito.
Pensar en ponerle voz a estos personajes femeninos tan importantes en la historia de la salvación humana, en este tiempo, parece algo revolucionario. Pero lejos de darle ese sentido, la autora busca propiciar en la lectora —y porque no en el lector— un encuentro genuino desde la simpleza más cotidiana con Jesús, el Dios hecho hombre que vino a cambiar a todo.
Acerca de cómo surgió esto, la hermana nos cuenta que “después de escribir el primer poema, pasó mucho tiempo, creo que en unas vacaciones espirituales, escribí sobre algunas de las otras mujeres y ahí se me ocurrió: ‘Bueno voy a seguir profundizando en los encuentros de Jesús con distintas mujeres…‘. Hasta ahí no tenía planificado bien qué iba a hacer, fue de a poquito como todo fue tomando forma, creo que alguien me dijo: ‘¿Por qué no explicás un poco más o contas algo más sobre estas mujeres?‘».
Esto fue lo que despertó en ella el deseo de leer otras bibliografías e investigar un poco el diccionario bíblico sobre los lugares donde vivían, sobre signos puntuales de la cultura judía que tenían un valor especial en la época de Jesús, hasta que llegó a tener a casi todas las mujeres que aparecen en encuentros personales con Jesús.

De María a la mujer cananea, de la Magdalena hasta Isabel, todas y cada una con su historia, pero con algo que las une.
ALGO EN COMÚN
De María a la mujer cananea, de la Magdalena hasta Isabel, todas y cada una con su historia, pero con algo que las une. Por un lado, las mujeres de avanzada de edad, por otro, las que se juegan por sus hijos; madres, amigas, trabajadoras y discípulas fieles, todas desde su mirada relatan lo que han visto y oído. El libro nos regala eso. En primer lugar, podemos ver que no está escrito en tiempo cronológico, sino que las escenas fueron agrupadas en función a lo que ellas tenían en común. Cada capítulo con una misma estructura, el relato poético en primera persona, para pasar a la meditación fundada en los Evangelios y terminar en una acción de gracias.
La naturalidad con la que se expresa en primera persona te hace trasladar a las escenas para poder contemplar a Jesús, desde los gestos, las palabras y las emociones que las protagonistas relatan. “Para mí fue una experiencia muy linda haber compartido y convivido de algún modo con cada una de estas mujeres en esas escenas, me hizo descubrir nuevas facetas de Jesús, de su personalidad, su modo de relacionarse. Fue medio un rompecabezas esta experiencia, no fue algo estructurado, cada una de ellas me fue enriqueciendo desde su experiencia”, relata la autora.
EL ÍCONO
El famoso ícono que representa la escena de la visita de Jesús a Betania es lo que le da la portada a este libro y también aquello que inspiró el nombre. “El título me ayudó a ponerlo el ícono que está en la portada, siempre me gustó por los colores (el naranja es mi color favorito) y el hecho de ver cómo Jesús aparece en escena, las mujeres, concretamente María (la hermana de Marta) en un primer plano y después está Jesús. Al mirarlo sentí como que de algún modo Jesús visibiliza a las mujeres que no tenían un papel protagónico en su época y él las coloca en primer lugar. Yo me lo imaginaba así en el sentido gráfico, pero que también se refleja en un sentido social”.
Jesús visibiliza a las mujeres que no tenían un papel protagónico en su época y él las coloca en primer lugar.

Poder tomar este ícono para resumir la idea principal del libro tiene un trasfondo interesante según relata la autora, ya que busca desde su mirada desmitificar algunos discursos armados sobre quién de las dos mujeres hacía mejor su trabajo, y mirarlas más desde un lugar más humano y misericordioso, aceptando y valorando lo que cada una aporta al Evangelio. Por una lado, la mujer contemplativa y, por el otro, la mujer trabajadora. De hecho, el mismo Jesús tenía un vínculo de amistad distinto con cada una, “esta es la escena donde está Marta trabajando y sirviendo a Jesús y María lavando los pies. En realidad podría decirse que se está refiriendo a dos momentos bíblicos en conjunto, a la unción de Betania —cuando María lava los pies de Jesús y derrama el frasco de perfume— y a la escena en la que Marta hacía las tareas de la casa. A veces en los textos se moraliza demasiado, cuando Jesús le dice: ‘Marta, Marta te agitas por muchas cosas…’, como que Marta es una trabajólica y entonces está muy mal, pero tenemos que verla también a Marta en la escena de la resurrección, cómo tiene una confianza ciega en Jesús y cómo el Evangelio dice: ‘y Jesús era amigo de Marta y de su hermana María y su hermano Lázaro’, como que se ve que ahí Marta era la personalidad fuerte».
Es rico poder ver eso de cada personaje, en el caso de las hermanas de Betania y tomando un fragmento textual del libro, podemos generalizar que cada una aporta su riqueza, nos hacen poder encontrar en ellas un reflejo de lo que somos. Sí, creados a imagen y semejanza del mismísimo Dios. “Para nuestra vida, tanto la figura de Marta como la de María nos aportan riqueza, nos muestran diferentes modos de relacionarse con Jesús. La propuesta es reemplazar el ‘o’ que a veces se pone entre ambas por la ‘y’, dejar de lado la disyunción y dar la bienvenida a la unión. Eso es incluir”, concluye en la primera parte del capítulo ocho del libro.
MEMORIA AGRADECIDA
El resultado de mucho tiempo de oración y acción de gracias concluyó en esta obra inspirada en el Evangelio y que, desde lo personal, aporta un plus novedoso e inspira a ahondar en lo espiritual como mujeres de la Iglesia. La Hermana desde su humildad nos cuenta que busca con esto que otros y otras puedan identificarse, pero sobre todo que podamos perder el miedo de dejarnos mirar por Jesús y poner en palabras todo lo que eso nos provoca. “Ya que tenía el don para hacerlo, quise poner en palabras, experiencias para que otros se identifiquen de la misma manera que yo, quien a veces a través de libros escritos por otros, me he encontrado y me han ayudado a ponerle nombre a las cosas, a encontrar luces en mi camino”.
¿Qué tendría Jesús?, ¿Cuál era esa atracción, ese imán para que fueran capaces de dejar todo y seguirlo en la inseguridad, en eso de ir de pueblo en pueblo?
Busca mostrar también cómo Jesús siempre tuvo presente la figura de la mujer, la incluyó en su pastoral y en su predicación. Ellas tuvieron un lugar en ese estilo de vida itinerante, que seguramente era algo contracultural, porque no era lo que se acostumbraba. Sin embargo, se pregunta «¿Qué tendría Jesús? ¿Cuál era esa atracción, ese imán para que fueran capaces de dejar todo y seguirlo en la inseguridad, en eso de ir de pueblo en pueblo? Yo creo sin ser revolucionaria —porque no lo soy— que en la iglesia por ahí estamos como muy atrás en cuanto a la figura masculina en relación a la mujer, cuando en la realidad las primeras evangelizadoras somos las mujeres».
«A través de la mamá, de la tía, de la abuela es como se comunica la fe y en esto yo creo que las tradiciones se han mantenido mucho con las fuerza de las mujeres al igual que la vida de la iglesia, en las capillas, en las parroquias. Aunque no sean las que manden, por decirlo así, la acción pastoral se sostiene por las mujeres. Creo que la iglesia va a ser más rica si da más lugar a las mujeres, no por una cuestión de competencia, sino por esto de dar lugar. Tanto lo femenino como lo masculino, tienen un sentido y están presente en la imagen de Dios, que también la hemos tenido como una imagen exclusivamente masculina».
Poder ver cómo esas vidas se fueron transformando nos anima a dejarnos mirar de cerca por Jesús y asumir ese camino de amistad que él nos ofrece desde su generosidad. La invitación es a ponernos los anteojos de protagonistas y a abrir el corazón para poder ser parte de esta experiencia enriquecedora a la que ella nos invita.
- Para adquirir el libro, pueden acercarse a cualquier sucursal de la editorial Ágape.