Seguramente te ha pasado de perderte en alguna ruta o de no encontrar la dirección que buscabas. De pararte en una esquina, de preguntar a alguien -al pasar- tu ubicación, o de abrir el mapa en el celular para chequear el rumbo. La vida misma va de esto. Cuando nos perdemos, lo primero que solemos hacer es tratar de identificar dónde estamos parados e intentamos redireccionarnos hacia el camino correcto para llegar a destino. Perderse suele ser un mal momento. Sin embargo, es una experiencia que forma parte de la vida y nos ayuda a crecer.
Entonces, te pregunto:
– ¿Cuál es tu ubicación hoy en este camino de Cuaresma que estamos viviendo?
Para contestar esta pregunta no hace falta que mires el celular. Es más, te invito a apagarlo un ratito para abrir tu corazón y que -desde allí- empieces a chequear como venís transitando este tiempo, qué pasos pudiste dar, un paso de reconciliación, o quizás un paso de caridad, un paso de entrega desinteresada, un paso de compromiso en la oración o en la escucha, muchos pasos o tal vez solo uno. No importa, estás caminando y eso es lo que vale.
Por las dudas, pregunto:
– ¿Estás caminando?
Quizás te sorprendas al darte cuenta de que ya estamos en el último trayecto del camino. Sí, y puede ser que reconozcas que hubo momentos de caídas y que lo mucho o lo poco que te propusiste entregar en este tiempo especial no resultó como hubieras querido. Paciencia. Resulta que en este camino recorrido no has estado solo. Y quien te ha acompañado también necesita que hoy lo acompañes: el Jesús paciente, el Jesús caminante, el Jesús que solo da pasos de amor, está camino a su Pasión, a su Pascua.
Estamos a tiempo de redireccionar el corazón. De ponerlo en sintonía con la invitación a la conversión. A transformar nuestro corazón de piedra, indiferente, en un corazón de carne, que late y entra en contacto con la humanidad más profunda de todo lo que nos rodea. Puede que sea un trayecto difícil, en el cual haya muchas cosas, momentos, situaciones, problemas, o incluso el mismo cansancio que conlleva cualquier viaje, que nos desanimen.
¡Ánimo!
Roguemos a María que nos enseñe a caminar con Jesús y que podamos, como Ella, ir guardando en nuestro corazón todo lo que se nos va regalando en este tiempo.
Amén.