Un sacudón al corazón para despabilarlo

“Precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: ‘No tengan miedo’”.

Palabras del Papa Francisco a los jóvenes en Parque Eduardo VII, el 3 de agosto de 2023

La JMJ 2023 revitalizó el corazón de la vida de Jesús, de la buena noticia.

Las calles de Lisboa fueron pobladas por un millón y medio de peregrinos, y los lugares de encuentro eran un mar de gente. Mirábamos desde cierta altura y pensábamos con los que estábamos ahí, en las multitudes que se reunían hace 2000 años para ver a Jesús. “Sería algo así”. Jóvenes de todo el mundo nos congregamos en Lisboa y desde medios digitales porque “queremos ver a Jesús” porque “tenemos sed de Dios y de su buena noticia”.

Era impresionante ver lo que generaba el paso del Papa Francisco, los jóvenes festejaban haberlo visto de cerca, saltaban de alegría, se abrazaban entre lágrimas. Es gratificante dimensionar lo que genera Francisco en los jóvenes, se hace palpable su ser el representante de Cristo en la tierra.

En el Parque Eduardo VII, escuchamos la Buena Noticia, que siempre es novedad: “Hemos sido llamados, ¿por qué? Porque somos amados”. Allí radica el sentido de nuestra vida. “Chicos y chicas, somos amados como somos, sin maquillaje. ¿Entienden esto?”, con estas contundentes palabras, Francisco sacudía nuestros corazones a la verdad más íntima de lo que somos, invitándonos a no dejarnos engañar por llamadas o promesas que “no interpelan tu unicidad (…). Muchas realidades que hoy nos atraen y prometen felicidad después se muestran por aquello de lo que son: cosas vanas, que nos dejan vacíos por dentro. Les digo una cosa: Jesús no es así”.

Los jóvenes que viajamos desde lejos para encontrarnos con Jesús escuchamos que “Él me llama como soy, no como quisiera ser”. Una invitación renovada a no “balconear la vida”, a ser protagonistas sin ser egocéntricos, un mensaje a contracorriente, distinto de la propuesta que solemos escuchar.

Para los jóvenes es importante sentirnos valorados y la valoración está puesta muchas veces en la mirada de otro. Qué importante que ese otro sea Jesús y sabernos amados a sus ojos. Reconocernos bajo esa mirada al escuchar que Dios nos llama como somos y nos da identidad en una misión.

En el discurso de bienvenida, el Papa nos invitaba a volver a lo esencial en nuestra relación personal con Jesús, corriendo de la escena aquello que obstaculiza, promete y distrae, que “pone en duda quién sos”. Francisco nos anima a no tener miedo, a “jugar para adelante”, a jugarse todo saliendo de la comodidad y de las “anestesias” de correr atrás de ilusiones vanas, animándonos a vivir la vida con mayúsculas, llenándola de sentido en el proyecto para el que fuimos pensados, sabiendo que estamos con Jesús y de la mano de María. Confiando en quien es “la luz que no se apaga”. Terminó el evento y se sentía en el lugar un aire nuevo, de ganas, de empuje, de salir a comerse la cancha.

La multitud se dispersaba, como habrá sido en tiempos de Jesús, habiendo recibido el alimento de la palabra. Pero ahora Cristo está resucitado y vive entre los suyos. Es difícil definir en palabras lo que se sentía en Lisboa. La alegría y fiesta de la resurrección entre los jóvenes que danzaban, cantaban y compartían enriquecidos en sus diferencias, reconociéndose hermanos y, como dice Francisco, “misericordiados”.

Personalmente esta JMJ reavivó el fuego del llamado, despabilando el corazón y devolviéndolo a lo esencial. Estamos llamados a lo grande, se nos dio la vida para darla, para multiplicarla y es triste vivirla de manera egoísta y mediocre. Los que vivimos la JMJ, desde Lisboa o desde sus hogares, volvemos con un tesoro, con una invitación para llevar la Buena Noticia siempre nueva al mundo, con una certeza y la invitación a dejarnos mirar por Jesús que nos dice: “¡No tengas miedo!”.

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