Atornillados a la esperanza

Comenzamos el tiempo de Adviento y vieron que nos suele pasar esto de que ya venimos con el año encima… cansados… queriendo vacaciones… las juntadas de fin de año… ya pensando en qué vamos a hacer el 24 a la noche… y otras cosas que hacen que el Adviento se nos pueda ir así como si nada, sin dejar huella.

Este año, tal vez, estemos más desanimados que otros. Pinchados, apagados, sin esperanzas… Quizás porque la realidad del país es dura y cada vez estamos peor… o porque vemos el mundo, y las guerras siguen sucediendo… o porque las cruces este año fueron pesaditas.

Les propongo, entonces, que intentemos que no se nos pase este Adviento así nomás. Que nos preparemos lo más que podamos para esta Navidad, para recibir a ese Niño Dios que quiere nacer en el corazón de cada uno. El Adviento nos invita a recordar que Dios se hizo uno de nosotros para darnos Vida y que prometió que volvería algún día. Nos recuerda que somos ciudadanos de otro Reino, que nuestro destino es el cielo y que ya lo podemos ir viviendo.

Los invito a que escuchen esta canción. Es un tango. Un tanguito bien argento del P. Raúl Canali que nos puede ayudar a rezar y a preparar el corazón:

Comienza diciendo…

Amurado al farol de esta esquina
de las calles de la cruz y la pobreza.
Me quedé atornillado a la esperanza
aguardando que en la noche te aparezcas.

El Adviento es un tiempo para laburar la paciencia. Una paciencia que se funda en la confianza en Dios. Ahí se juega todo. Claramente, nuestro mundo no nos favorece. Todo ahora, Pedidos Ya, RapiPago, Rappi, etc… Sabemos que los tiempos de Dios no son los nuestros. Pero —creo— nos cuesta mucho vivir esto que ya sabemos. Por eso, atornillémonos a la esperanza. Digámonos a nosotros mismos: aceptá, confiá y esperá. Claro que hay cosas que necesitan nuestra acción. Para eso, el discernimiento. Pero de fondo, siempre aceptar, confiar y esperar. Dios está con nosotros (eso significa Emmanuel). Atornillémonos a estas verdades esenciales de nuestra vida y nuestra fe. Volvamos. Una y otra vez. Este tiempo de Adviento tiene que ser para ajustar ese tornillo que tal vez se está aflojando con la desesperanza y la desilusión.

Revolví en los bolsillos de mi alma
los recuerdos de tu paso y su belleza.
Y la espera se me hizo aún más larga,
mi vacío solo grita tu presencia.

Repasar el año. Hacer memoria de todo lo vivido. Recordar el paso de Dios. Que sea un recuerdo agradecido…. ¿Qué lugares quedaron vacíos, insatisfechos, secos? Tal vez faltó regarlo con la oración, llenarlo con su amor….

¡Ay, tu amor…!
¡Ay, tu amor!
No te olvides de aquel día en que tu abrazo
me dejó hecho pedazos lastimado el corazón.
No te tardes, no demores que ya es hora
que mi alma llora y llora si no vienes hoy.

Suspirar por Dios. Invocarlo. Pedirle que se haga presente. Anhelarlo. Buscarlo… Pedirle sanación.

Me tentaron la impaciencia y el hastío
me dijeron que era en vano tanto aguante.
Que mirara mis miserias y derrotas
que no era quién para poder amarte.

Las tentaciones aparecen. El hastío. El sinsentido. El «¿para qué?» sumado al no creerse digno, el dejarse pisar por el propio pecado o la propia debilidad. «No sos nadie». Puede ser letal…

Y si aún sigo amurado a esta esquina
es por ser cabeza dura y atorrante
un mendigo, un ladrón que afana cielos
pordiosero de tu amor, y eso es bastante…

Pero esta es nuestra respuesta: amurarse al farol de la esquina. Quedarse en la luz. Ajustar el tornillo. Somos mendigos de amor. Sabemos que es Él quien nos llena, nos da su gracia, la fuerza, ¡TODO! No sucumbamos ante nada. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4,13). Somos atorrantes, pecadores, débiles. Sí. Pero, a la vez, somos oportunidad para encontrarnos nuevamente con la locura del amor de Dios, con su misericordia y su abrazo que conforta.

El Señor vino y volverá. Esa es nuestra fe. Esa es nuestra certeza interior.

No necesitamos nada, sino aceptar con fe, confiar en el amor de Dios y esperar todo de Él. Fe, esperanza y amor: las 3 virtudes que Dios depositó en nuestro corazón. Nada más.

¡Feliz Adviento!

Deja un comentario