Hoy inicia el tan esperado cónclave. El mundo tiene su mirada en Roma. Sin embargo, es importante recordar que la Iglesia está en todos los rincones de la tierra y, especialmente en este tiempo, no debemos olvidarlo. Es hora de llevar el cónclave al corazón.
Tiempo de discernimiento, de escucha al Espíritu Santo, en lo personal y en lo comunitario. La responsabilidad de los rumbos de la Iglesia no está sólo en un puñado de hombres, está en cada uno de nosotros cuando -cada día- elige qué Iglesia ser con el otro.
La responsabilidad de los rumbos de la Iglesia no está sólo en un puñado de hombres, está en cada uno de nosotros.
La dirección cambió. Después de Francisco todos los caminos ya no deberían conducir a Roma. La Iglesia de Jesús, quedó en clave de salida, de búsqueda, de periferias, abierta a todos. Por lo tanto, a pesar de que por estos días algunas cámaras estarán queriendo manipular nuestra mirada y reducir este tiempo a un “acto político” donde imperan debates sobre la lucha de poder, las ambiciones, los bandos y la polarización, cerremos nuestro corazón con llave.
Que el ruido no logre perturbar la oración que nace desde dentro. La oración desde el corazón que necesita nuestra Iglesia, hoy más que nunca.
Pidamos que, pase lo que pase, sigamos siendo la Iglesia de Jesús. Que el Espíritu Santo siga impulsando la tarea de la misión, esa brisa de amor que tiene la capacidad de llegar y llenar cualquier vacío con la virtud de la esperanza que se sabe sostenida por la fe y animada por el amor misericordioso de Dios.
Pidamos por aquel hombre, el nuevo Papa, siervo de Dios que el cielo nos regalará, para que tenga un corazón semejante al de Jesús. Despojado, entregado y valiente por amor.
Pidamos por aquel hombre, el nuevo Papa, siervo de Dios que el cielo nos regalará, para que tenga un corazón semejante al de Jesús. Despojado, entregado y valiente por amor.
Entremos al cónclave con nuestra oración. Sintámonos invitados. Somos parte. Asumamos la responsabilidad que nos toca. No caigamos en la tentación vivir este tiempo sentados en el balcón, haciendo “zapping” o “scrolleando” por horas el celular. Que el “cónclave en línea” no remplace al “cónclave en el corazón”. Francisco nos dejó protagonistas. A todos. En la Iglesia que callejea, que se accidenta, que se mueve, que va hacia adelante, que levanta, que sostiene, que pide perdón y perdona. Vos y yo también estamos llamados a ser esa Iglesia fiel a Cristo y sus enseñanzas.
Que María Santísima, nos siga acompañando en este camino de esperanza y que, con Ella a nuestro lado, nos sintamos fortalecidos en la tarea de anunciar el Evangelio con nuestra vida.
Amén.
