La congregación Siervas de la Divina Providencia es un Instituto de Vida Religiosa fundado el 10 de agosto de 1922, con el carisma de acompañar y asistir a enfermos y personas con discapacidad en distintas etapas de la vida. Su fundador, el padre Pascual Uva, era un sacerdote diocesano italiano que, viendo las sociedades de la posguerra y muy enamorado del Corazón de Jesús, descubrió a través de una lectura de José Benito Cottolengo el deseo de asistir a las personas sufrientes.

Las primeras casas se fundaron en la región sur de Italia y, con el tiempo, la obra se extendió a Latinoamérica contando con casas en Argentina, Paraguay y Perú, en las que se mantiene una entrega constante hasta el día de hoy. Desde Iglesia Millennial conversamos con la hermana Ester Romero, de 40 años, y con la hermana Virginia Bolzán, de 27. Ellas nos hablaron sobre el servicio a Dios en el acompañamiento a los hermanos con discapacidad. Asimismo, tres residentes de Sagrada Familia, Hogar y Centro de Día en la ciudad de Buenos Aires, Marcelo, Alicia y Silvia, compartieron su experiencia de vivir con las Hermanas.

¿Cómo es la asistencia a las personas con discapacidad?
“Nuestro objetivo es mejorar la calidad de vida de la persona con discapacidad, por lo que se hace un trabajo interdisciplinario, integral, holístico ayudando a promover todos los aspectos de su persona, y se trata de propiciar siempre la independencia y la inserción o reinserción social de la persona con discapacidad. Por eso se trabaja en las instituciones con equipos interdisciplinarios, siempre desde una mirada sobrenatural y espiritual”, comienza diciendo la hermana Virginia.

Ester profundiza: “Tenemos diferentes apostolados. En este sentido, no importa en qué lugar se nos ponga ya sea detrás de un escritorio, en la asistencia directa, lavando un piso, cocinando o yendo en una ambulancia para acompañar, porque es Jesús que desde la cruz nos pide de beber y no puede extender sus manos”.

Llamadas a ser servidoras

Para la hermana Ester, la vocación religiosa y la misión que realiza están muy vinculadas entre sí: “Desde los 19 años que estoy en la congregación. Comencé un discernimiento serio a los 18 años, a raíz de haber leído Historia de un Alma. Me cautivó la vida de Santa Teresita del Niño Jesús y su caminito espiritual. En aquel tiempo quiso estudiar en el Magisterio para ser docente, pero algo le faltaba: “No me alcanzaba con la permanencia en algún grupo y efectuar algunas actividades de servicio común; yo quería dedicarle más tiempo y esa necesidad de servir a Cristo en el prójimo se hizo cada vez mayor. Un día en misa la lectura del pasaje de Jesús con la samaritana llamó mi atención e hizo eco dentro de mí: ‘Dame de beber. Si tú supieras quién es el que te pide dame de beber, tú misma le pedirías de beber y te daría agua viva’. Entonces en el momento de la consagración, respondí: ‘De la única forma en que yo puedo darte de beber, es entregando mi vida a tu servicio. Quiero ser religiosa‘”.

De la única forma en que yo puedo darte de beber, es entregando mi vida a tu servicio

Luego de conocer tres congregaciones que se dedicaban a la educación, la hermana sentía que en su corazón sentía que algo faltaba: “En una misa del seminario ví a un grupo de chicas, postulantes y hermanas jóvenes, asistiendo a personas con discapacidad, acomodándoles la ropa, y estando en los pequeños detalles de lo que necesitaban, como hace una mamá. Esa sola imagen me bastó”. Y luego de hacer una experiencia, decidió ingresar a la casa de formación y desde allí se consagró como Sierva de la Divina Providencia.

La hermana Virginia, por su parte, descubrió su vocación en medio de una misión y así lo relata: “Pertenecía al grupo misionero de mi parroquia en Paraná, Entre Ríos, y todos los años hacíamos misiones al interior de la provincia. Me sentí interpelada por Jesús en esos días, conociendo la realidad de las personas que nos tocaba visitar y acompañar. Visitábamos las casas de las personas y compartíamos la Palabra”. En este contexto, la oración también fue una pieza clave donde sintió el llamado de Jesús: “Nosotros no solo salíamos a misionar, sino que también rezábamos muchísimo. Antes de salir siempre nos encontrábamos con Jesús maestro en la intimidad y después salíamos a encontrarlo en los que sufrían y para mí eso fue muy interpelante. Ahí es donde yo aprendí a conocer a Jesús y a descubrirlo presente en estas personas que sufrían y que tenían estas realidades”.

En lo profundo de mi corazón me sentía llamada por Jesús, a vivir en ese estado de misión durante toda mi vida

El sentimiento de pertenencia a una comunidad la ayudó a definir su lugar: “Esa vida comunitaria tan intensa que teníamos como grupo misionero, para mí fue muy cuestionadora y en lo profundo de mi corazón me sentía llamada por Jesús, a vivir en ese estado de misión durante toda mi vida. Yo quería eso: como vivía esos 9 o 10 días al año, vivir toda mi vida”.

La misión cotidiana

—¿Cómo viven la presencia de Jesús en su misión?
—“Tenemos momentos de oración comunitaria y de forma personal, distribuidos a lo largo de toda la jornada, entonces vamos cortando con las actividades que tenemos yendo a la presencia de Jesús, a encontrarnos con Él”, explica la hermana Virginia. Pero también afirma que viven su presencia en quienes acompañan: “Nos encontramos con Jesús a través de las personas con discapacidad que asistimos y con quienes estamos. Nuestro Padre fundador nos decía siempre que ellos ‘son los representantes de Jesús en la tierra que desde la cruz nos pide de beber y no puede extender sus manos‘, y nosotras somos esas piadosas mujeres que estaban al pie de la cruz, y que le llevan el agua. Esta imagen es muy linda, nos hace rezar mucho y nos hace descubrir en nuestra misión concreta ese rostro de Jesús que sufre para asistirlo, ofrecernos y entregarnos a Él también en nuestra misión”.

Ellos son los representantes de Jesús en la tierra, que en la cruz pide de beber  y no puede extender sus brazos

La hermana Ester agrega: “En esto la frase es metafórica, porque no es solo el dar de beber, sino ser la voz de los que no tienen voz, es acompañar en el lecho de muerte a la persona en ese trance que es inevitable y estar ahí para sostener en la fe”.

La religiosa, que además es enfermera, relata que estaba acompañando a una persona, «en la que ya se había intentado todo», y reflexionó: «¿Pero quién es el que maneja todo acá? Hasta acá llego, este es mi límite como profesional, ahora entro como religiosa‘. Le tomé la mano y comencé a rezar el rosario. Cuando llego a la mitad del segundo misterio, siento su último suspiro y fue muy extraño porque era la primera vez que yo acompañaba a alguien en ese instante en que el alma de la persona abandona el cuerpo. Fue una mezcla un poco extraña de sensaciones, pero fue una enseñanza muy grande para mí, desde el límite de reconocer que todo depende de Dios y nuestra vida depende de Él”.

Ester y Virginia coinciden en que lo que más disfrutan de esta misión es “estar al lado de las personas, directa o indirectamente, y saber que ellos son Jesús, imagen viva de Cristo. Entonces para Jesús todo, todo lo bueno. Es nuestra vida, Jesús perfecciona aquellas ofrendas, qué seríamos nosotros que nos entregamos cada día”.

Entre las actividades comunitarias, realizaron un Taller de Acompañamiento en la Fe para adultos con discapacidad intelectual. La hermana Virginia recuerda: “En 2016, año de la misericordia, habíamos hecho una catequesis con ellos y les explicamos que vivir la misericordia de Jesús era como entrar al Corazón de Jesús: gozarse, sentirse amados y perdonados en el Corazón de Jesús. Para la fiesta de San Cayetano, fuimos al santuario de Liniers, y en la entrada había una imagen grande de Jesús hecho de tela y luego una tela inmensa por la que uno iba pasando. Ellos pasaron por esa tela y fue muy significativo, porque sintieron cómo iban entrando al Corazón de Jesús. Luego de un tiempo de oración y cantos, salimos muy contentos de esa experiencia y esto es parte de nuestra misión. Es acompañar a cada una de las personas con las que compartimos la vida y llevarlas al encuentro con Jesús, a su corazón, y que se sientan realmente amados y primeriados por Cristo».

Acompañar a cada una de las personas con las que compartimos la vida y llevarlas al encuentro con Jesús, a su Corazón, y que se sientan realmente amados y primeriados por Cristo.

Tres residentes del Hogar en Buenos Aires compartieron su testimonio. Marcelo, de 53 años, es hincha de Boca y cuenta que está desde 2002 viviendo con las hermanas. Lo que más le gusta son las que comidas que preparan y en especial las tortas. También el haber podido ir a la casa de Paraná, en ocasión del “Mundial Don Uva” (un encuentro deportivo nacional de personas con discapacidad desde 2018). Cuenta que está aburrido por la cuarentena porque antes podían salir a pasear al parque y lo que más extraña de sus actividades es ir al natatorio del Hogar.

Alicia, más conocida como “Ali” o “la vieja”, que entre risas no quiere decir su edad, confiesa que le gusta estar en el hogar con las hermanas porque puede charlar, tomar su mate y ver la tele. Como Marcelo, expresa que está cansada de la cuarentena ya que no pueden salir a pasear y recibir visitas de sus familiares y amigos.

Silvia, por su parte, de 56 años dice que de estar en el hogar “le gusta de todo”, en especial charlar, cuando se divierte y tomar mate con las hermanas. Cuenta que a pesar de toda la cuarentena, está muy bien y que espera reunirse pronto con los concurrentes del Centro de Día. Se lleva muy bien con las hermanas, les envía saludos, y desea «que estén más contentas y que tengan mucha salud».

Desafíos y contexto actual

Las dificultades también son parte del camino y el contexto actual conlleva nuevos desafíos. La hermana Virginia, desde su lugar de misión, indica: “Actualmente estoy en la comunidad de Posadas, Misiones, en un hogar de niños y adolescentes con y sin discapacidad de entre 4 y 16 años, y debido a la pandemia las escuelas han cerrado. Desde entonces, los niños están en el hogar y toda la actividad académica sucede aquí. Cada docente envía los materiales y te acompañan muchísimo, pero como algunos tienen dificultades en el aprendizaje, exige también que los acompañemos a la par de ellos. Esto para mí ha sido un desafío porque yo no tengo formación docente entonces fue bajar y adaptar la actividad, y acompañar los procesos que cada chico va haciendo”.

—¿Creen que en la sociedad actual existe una inclusión real de las personas con discapacidad?
Desde el Estado se está realizando una cierta inclusión en lo referido a los espacios y un apoyo económico que se brinda a las personas con discapacidad, pero es necesario seguir trabajando, ya que en las grandes ciudades y los pueblos todavía no están adaptados para las personas con discapacidad: desde lo estructural como en las calles, edificios y señales de tránsito, y también es necesario un cambio en lo cultural.

Es necesario que las personas puedan formarse para tratar con personas con discapacidad. Por ejemplo, si una persona con discapacidad auditiva va a comprar algo, los vendedores no tienen conocimientos de lengua de señas; o la policía, en los hospitales, no se cuenta con personas que estén formadas en estas cosas. También es importante el acompañamiento para hacer sus trámites; y si bien se ha avanzado bastante en escuelas, hay mucho camino por recorrer. Y cambiar hacia una mirada más inclusiva de las personas como tales.

sentirse llamadas…

¿Qué les dirían a otras chicas que sienten el llamado de la vocación en esta misión?
Que se animen a descubrir el rostro de Jesús que está realmente presente en las personas con discapacidad. Jesús en el Evangelio nos dice que ‘cada vez que lo hicimos con el más pequeño de nuestros hermanos también lo hicimos con Él‘. Aquellas chicas que se sientan llamadas a consagrar toda su vida a Jesús en bien de las personas con discapacidad y todos lo que sufren, las animaría a que comiencen un camino de discernimiento para escuchar a Jesús, de escuchar qué es lo que Él les está pidiendo, y que se dejen acompañar por algún sacerdote, religiosa o religioso, que los pueda orientar y animarlas en el discernimiento de su vocación. También aquellas que lo necesiten y deseen ponerse en contacto con nuestro Instituto Religioso, pueden hacerlo a través de nuestras redes sociales, Facebook e Instagram, y dependiendo de la provincia en que se encuentren, pueden acercarse y seguir conociendo de nuestra espiritualidad y nuestro carisma.

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