Dicen que el futuro se empieza a construir desde el hoy. En esta historia, ese futuro no es solo el mañana, es unión, es integración, es educación, crecimiento, es la robótica y las nuevas tecnologías, es servicio y amor.
Para conocer la historia de hoy, hablamos con Martín Fernández, director del Colegio Cruz del Sur del barrio de Barracas, quien nos contó el camino de esta iniciativa de la Asociación de Emprendimientos Sociales, Educativos y de la Salud (AESES).
—¿Cómo se vinculan los colegios Buen Consejo y Cruz del Sur?
—Nosotros somos una Asociación Civil, AESES, y heredamos el colegio Buen Consejo de una congregación de hermanas por pedido del Arzobispo de Buenos Aires de ese momento, hace 30 años. Era un colegio para mujeres en contexto vulnerable, y quisimos seguir y profundizar ese espíritu. Empezamos a trabajar con el Padre Pepe y los curas villeros de la Villa 21 y detectamos la necesidad de la comunidad de un colegio de varones. Decidimos hacerlo por separado porque, conociendo las realidades de abuso y violencia del barrio, vimos que era conveniente para el desarrollo madurativo, psicológico de los chicos. Así nació Cruz del Sur hace casi 10 años. Sin embargo, los colegios están a dos cuadras de distancia entre sí y comparten muchas actividades, actos, charlas de ESI, fiestas de fin de año, proyectos solidarios.
—¿Cómo surgió el Proyecto de Articulación Tecnológica que desarrollaron en Cruz del Sur?
—En el Buen Consejo tenían orientación económicas y nosotros la continuamos. Pero cuando abrimos Cruz del Sur, buscamos alternativas de orientaciones, vimos que entre las opciones del Ministerio de Educación de la Ciudad, una de las orientaciones posibles era informática. Teniendo en cuenta que estamos en una revolución digital, el mundo y la vida ordinaria se van a digitalizar y, sea lo que sea que vayan a estudiar los chicos, saber de nuevas tecnologías es fundamental. Además, a los chicos les resulta atractivo, porque ellos son digitales, es como hablar en su mismo lenguaje. Por eso elegimos esta orientación, preguntamos a otros colegios que también trabajaban con ella y, con todo lo investigado, replicamos el proyecto con nuestro perfil. La mayoría de las materias se trabajan con computadoras, con los robots, impresoras 3D, es decir, los chicos aprenden jugando y así entienden la importancia de las matemáticas, la lógica, nuestra insistencia con el ajedrez, que es el deporte del colegio por elección de los chicos.
—¿Los chicos trabajan un mismo proyecto integrando las materias?
—Sí, hacemos proyectos de manera interdisciplinar, trabajando desde varias materias. Es una articulación que estamos empezando a trabajar. La articulación que sí venimos trabajando hace tiempo es la de primaria y secundaria, es decir, los chicos empiezan a tener una base de conocimientos informáticos desde el primario, usan el celular en varias materias para manejar los robots, hacer cosas de programación. Y estamos creando aulas con mesas de trabajo, para que el aula misma esté integrada con todos los elementos.
—¿El partido de fútbol de los robots es el primer proyecto del programa?
—Sí, recibimos una donación de robots y al profesor se le ocurrió organizar un partido de fútbol para que desde el juego los chicos pudieran entender la utilidad en la vida cotidiana, pudieran proyectar al armado de máquinas, adelantarse al trabajo del hombre que está siendo reemplazados por máquinas.
—¿Los proyectos van a ir variando?
—Cada materia tiene su micro proyecto, en algunas crean sitios web; en otras, de programación, etc. Son para aprobar la materia, que está buenísimo porque se evalúa el trabajo de los chicos. La idea es que en los últimos años (nuestra primera camada egresa el próximo año) los chicos puedan lograr un macro proyecto para el colegio y para la comunidad, con temas de construcción, de reciclaje, de la limpieza del Riachuelo, que lo tenemos al lado a dos cuadras y que afecta de alguna manera a las familias. Que los chicos puedan involucrarse en proyectos que tengan incidencia en la comunidad.
—¿Los docentes del colegio ya tenían capacitación informática o la adquirieron al entrar a Cruz del Sur?
—Los docentes de secundaria son formados y capacitados en tecnología, se coparon con el proyecto de integración e inclusión; pero los maestros de primaria, aunque saben manejar las nuevas tecnologías, están aprendiendo a unirlo y aplicarlo en la educación, para que los chicos puedan llegar al secundario con los conocimientos esenciales en tecnología desde el primario.
—¿Qué otros programas y proyectos han realizado en los colegios?
—Este es el primero de nuevas tecnologías, pero hemos realizado muchos otros proyectos. El Buen Consejo gana casi siempre el Proyecto Junior Achievement de emprendimientos y microemprendimientos de alimentos, de ropa, de un kiosco en el colegio para que los chicos se puedan ir de viaje de egresados, ellos se encargan de buscar precios, hacer campañas de comunicación, etc. Hemos hecho proyectos de cuidado del ambiente, de reciclaje. También hicimos proyectos más delicados, como el que trabajamos junto con Fundación Contemporánea por temáticas de trata, un tema delicado del barrio, que nos sirvió para trabajar mucho con los varones, para cuidar a las chicas. Antes de la ley del aborto hicimos otro proyecto social ayudando a Abrazo Maternal haciendo partícipe a los chicos del acompañamiento de las madres en situaciones vulnerables, y recibíamos después su testimonio y así trabajamos la vida en clave positiva.
—¿Qué es lo que caracteriza al Buen Consejo y al Cruz del Sur y los diferencia de otros?
—Los dos proyectos son de Integración Social y Educativa y tienen tres características en su identidad que las distingue del resto:
– La primera es la formación integral, es decir, no sólo lo académico, sino que también nos interesa lo humano, lo espiritual, lo afectivo y la familia, que es la que nos ayuda a educar a los chicos.
– La segunda integración es la social, ayudamos a integrar dos sectores sociales a los que habitualmente les cuesta reconocerse, aceptarse y convivir, por un lado la Villa y por el otro los barrios aledaños, ayudando a resolver los «temas fronterizos», integrando de manera natural, sin hacer diferenciaciones, en un espacio donde los chicos y las familias se conocen desde el jardín de infantes. Los curas villeros fueron nuestra gran brújula para lograr esta integración.
– La tercera integración es la sectorial, porque para lograr la sustentabilidad del colegio, el Estado paga los salarios, las familias pagan una cuota accesible, hay padrinos que becan a los chicos para complementar su cuota, hay empresas que colaboran con la construcción y arreglos de los colegios, y el tercer sector, las ONG, que nos acompañan con trabajos solidarios en el colegio o en la Villa. Así integramos todos los sectores en pos de la sustentabilidad del proyecto.
—¿Cuáles son los valores que guían el proyecto de los dos colegios?
—Los primeros valores son las virtudes humanas y las virtudes cristianas. Como son tantas, nosotros nos centramos en cinco, ancladas en la virtud del servicio, que es la que nos enseñó Jesús. Desde el servicio, que es la principal virtud unida a la caridad, trabajamos el orden, el respeto, el esfuerzo, la alegría y el compañerismo. Las vivimos de manera práctica, los chicos participan de la limpieza del comedor y las aulas, del orden de las sillas, los chicos más grandes cuidan a los más chicos, hacen tutorías de pares, ayudan en apoyo escolar, los varones hacen las mismas tareas que las mujeres, tratamos de cambiar una cultura machista desde el respeto a la Virgen y a las mujeres. Así se crea una cultura del servicio y esas virtudes nos ayudan a servir más y mejor, a ser y dar lo mejor de uno. En la escalera del colegio tenemos estas virtudes como recordatorio.
—¿Son colegios de doble escolaridad?
—Sí, los chicos van de 8:00 a 16:00 h y tienen muchas actividades extracurriculares. El colegio busca impactar mucho en el territorio, por eso trabajamos mucho con las parroquias y las instituciones del barrio porque, como dice un refrán africano, «para educar a un niño hace falta un pueblo». Solemos creer que solo el docente, la escuela es quien educa a los chicos, pero nos dimos cuenta de que era mejor trabajar en conjunto con el barrio y las instituciones, porque los problemas eran de todos y solos no podíamos resolverlos. Por eso trabajamos mucho lo extracurricular, con actividades artísticas, deportivas, con charlas para madres, para padres, con retiros espirituales, conferencias, misas para las familias. El colegio parece una parroquia los fines de semana. Las tres C, Colegio, Capilla y Club, son muy importantes para la contención de los chicos, sobre todo cuando trabajás con sectores vulnerables.
Para educar a un niño hace falta un pueblo
—¿Cuáles son las características de los chicos y las chicas que van a los colegios?
—Tenemos más o menos un 50 % de los alumnos que viven en la Villa y otro 50 % que son de los barrios aledaños. Intentamos que sea equilibrado porque nos enriquece a todos, más en nuestro proyecto de integrar socialmente.
—¿En qué diferencian la inclusión de la integración?
—Tal vez sea una cuestión más técnica, pero lo aprendimos de leer y de escuchar. La inclusión busca la promoción social, es decir, hacer escalar a alguien que está por debajo en la escala social, pero integrar es darle la oportunidad también a los que están afuera de incluirlos en un proyecto de ayudar a otros. Integrar a empresas a colaborar en cuestiones sociales y educativas, integrar a las ONG, a las universidades que usan a los colegios de puente para ayudar en una causa social. Por eso la integración complementa a la inclusión y logra un resultado mayor.
—Cómo lograron integrar la fe en los programas del colegio?
—En Cruz del Sur no es obligatoria la confesión religiosa católica. Promovemos valores cristianos, pero el colegio no se profesa confesional, la materia de catequesis no es obligatoria en el secundario. Siguiendo el ejemplo de los curas villeros, llevamos la fe a nuestro contexto, una fe más popular, menos doctrinal, no porque no veamos doctrina, pero la vemos más tangencialmente, le damos mucha importancia al contacto personal con Jesús, con la Virgen, al cantar, al rezar, al abandonarse a Dios. Cuando crecen, surgen las inquietudes más profundas, pero la semilla de la verdad, la bondad, la belleza de Jesús y del ejemplo de vida, ya está sembrada desde que son chicos. Nos equivocamos muchas veces queriendo inculcar lo que a nosotros nos sirvió pero que, muchas veces, no es lo que le sirve al otro. Aprendimos del Papa Francisco, que fue quien pidió la creación del colegio Cruz del Sur cuando todavía era Bergoglio, el concepto de inculturación, es decir, el crecer desde abajo, desde la realidad, de tomar la vida como bien y alabar a Dios como se puede. Por eso procuramos mostrarles con nuestro ejemplo de vida, y cuando a una persona le mostrás que la querés, la respetás, la valorás, le mostrás cómo vivir en las virtudes, entonces se da cuenta de que ahí hay algo que vale. El bien es atractivo, por eso hay que vivirlo más que predicarlo.
—¿Cómo son las clases de catequesis?
—En el primario es formación para los sacramentos, pero en secundaria ya no es obligatorio. Las clases de catequesis no son muy formales, pero se genera diálogo de diversos temas, aprendemos del arte, de la belleza, de la bondad y muchas otras formas que sirven para inculcar la fe y enseñar el catecismo. Los chicos piensan mucho más de lo que creemos, por eso, muchas veces les tiramos la responsabilidad a ellos, les preguntamos «¿Qué harías? ¿Qué pensás?». Así logramos que ellos asuman la responsabilidad de la fe, la responsabilidad de que su colegio esté mejor, les pedimos ayuda antes de querer controlarlos, entonces, en vez de estar pensando en qué travesura hacer, están pensando en cómo ayudar. Seguimos el consejo de San José María para «ahogar el mal en abundancia de bien», enseñamos la fe desde el ejemplo y por la atracción de cuando los demás te ven bien, te ven feliz.
El bien es atractivo, por eso hay que vivirlo más que predicarlo
—¿Qué santos guían e identifican el colegio y su obra?
—Nosotros seguimos a San José María Escrivá, el santo de lo ordinario, la espiritualidad que nos inspira a santificar el estudio y el trabajo en la vida cotidiana. Es el mensaje que va para los chicos pero también para los padres y los docentes. Si uno quiere seguir a Cristo trata de hacer su trabajo de la mejor manera posible y eso se logra sirviendo, con actitud de servicio, porque así el trabajo se potencia, al hacerlo por amor a los demás y por amor a Dios. Este es nuestro proyecto de santidad en medio del mundo y lo podemos lograr rezando, porque si no, no hay manera. Intentamos hacer atractiva la piedad, el vivir la fe como un encuentro personal con Dios, que es mi papá; con Jesús, que es mi hermano y mi amigo; con la Virgen, que es mi mamá. Eso es lo que nos enseña San José María.
También tomamos mucho de San Juan Bosco, de su obra en educación en contextos vulnerables y de la espiritualidad de todos los que trabajan en el colegio. Somos católicos de distintos palos y así nos enriquecemos un montón. En definitiva, todos seguimos a Jesús. Y es un gran testimonio que maravilla a los docentes que no creen, cuando nos ven a todos unidos.
—Con la experiencia de estos diez años en la educación y en el Cruz del Sur, ¿qué consejo o mensaje dejarías a los jóvenes y a la Iglesia de hoy?
—Este fue un llamado que me hizo dejar otros grandes proyectos, pero no me arrepiento de nada porque me permitió entregarme más y eso me hizo mejor persona y mejor cristiano, me permitió servir mejor a la gente y a la Iglesia. Por eso creo que, del modo que cada uno pueda, el servicio por Dios y por los demás, siempre vale la pena, saca lo mejor de vos, incluso ante las dificultades y, sobre todo, te hace muy feliz y muy alegre. El servicio es dar lo que uno pueda por Jesús y los demás, y nunca perdés, Él siempre te devuelve el ciento por uno y no te queda más que dar gracias.
Educar desde la atracción de lo bello y lo bueno, educar desde el ejemplo y la práctica, y acercar a otros a Dios desde lo que a ellos les interesa, por ejemplo, un robot; para que todos dejemos de vivir como máquinas que sirven, y empecemos a servir para VIVIR, porque vale la pena.
- Los colegios Buen Consejo y Cruz del Sur constituyen un polo educativo en el barrio de Barracas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde hace treinta años, llevan adelante un proyecto educativo integrador a fin de que los alumnos puedan acceder a estudios superiores o empleos calificados. A la vez, los colegios contribuyen a la recuperación cultural y económica de sus familias, que se hallan fuertemente condicionadas por el ambiente en el que viven. Actualmente, entre ambos colegios y el jardín de infantes se está educando a 1200 alumnos.
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