Eucaristía, autopista al cielo

Que misterio tan grande: ¡nuestro Dios se queda bajo sencillas apariencias! En el establo de Belén, al sur de Jerusalén, se amasa la ofrenda de amor para partirse como alimento eterno. La joven mujer de Nazareth desgrana el trigo dorado. La luz irradiante del Padre resplandece en los campos para dar paso a la obra de salvación mas importante de la historia: en un sencillo establo nace Dios. En la sencillez del pan se queda la presencia real de Jesús.

Así como los pastores corrieron al encuentro del Mesías, nosotros marchamos entre cantos para comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo, el Señor. Fueron atraídos por la ternura del recién nacido, y hoy nosotros somos atraídos por la fragilidad de la hogaza.

¿Cómo un Dios eterno y poderoso, desciende a nuestras vidas en la humildad del pesebre y en la humildad del pan y el vino? De estos grandes misterios, la Encarnación y la Pascua, se trazan los horizontes de la vida.

Al niño Dios reconocieron por haber estado envuelto en pañales bajo la custodia de una joven virgen y un varón honrado. Al Resucitado, lo reconocieron al partir el pan.

El ritmo de nuestra fe danza y peregrina tras los compases que marca la partitura de Dios: ¡es su obra! Y es para nosotros, para que nos sumerjamos en ella. No para ser espectadores. Hoy se está celebrando este misterio pascual a cada instante en cada rincón del mundo y desde allí, desde la mesa del altar, resuenan cantos que narran estos misterios divinos. El eco de esta entrega nos convoca para quedarnos con Dios realmente presente en la Eucaristía.

La Encarnación y la Pascua
trazan el horizonte de la vida

El hambre de Dios es una necesidad espiritual que experimentamos en lo profundo de nuestro ser para buscar algo más allá de lo material, algo que le dé sentido a nuestra vida. En la hostia consagrada se encuentra el cuerpo y la sangre de Jesús, ¿Cómo no recurrir a este alimento que da vida? Alimento abundante que corre como agua de manantial esperando ser tomada por nosotros. Pienso es tantos jóvenes valientes que corren tras el encuentro de Jesús en la Eucaristía cotidiana, buscando que no se les escape ni una gota.

Otra imagen que nos puede ayudar es la de la autopista, como aquel camino rápido para llegar a Dios. La eucaristía es la autopista al cielo, decía el joven beato italiano. Carlo se destacó por su profunda espiritualidad y amor por la Eucaristía, él se esforzaba por vivir el Evangelio en su propia vida.

Carlo Acutis descubre y nos comparte su kit de la santidad allí describe los elementos necesarios para vivir una vida de santidad. Entre estos elementos se encuentra la Eucaristía, que es el centro de la vida cristiana y fuente de la gracia divina. Para Carlo, la Eucaristía era el tesoro más grande que la Iglesia tiene en la tierra.

Carlo es un ejemplo para muchos jóvenes que buscamos una vida de fe auténtica y comprometida. Él entendía que la Eucaristía no solo era un sacramento, sino una manera de conectar con Jesús y su amor, y por eso la vivía con tanta intensidad.

Kit de santidad:
la misa, la eucaristía,
la reconciliación,
la lectura de la palabra,
el rosario y el servicio.

beato Carlo Acutis

La vida espiritual de Carlo Acutis nos recuerda que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, y que a través de ella podemos encontrar la fuerza y ​​el consuelo que necesitamos para enfrentar los desafíos de la vida. Su ejemplo nos invita a acercarnos a Jesús en la Eucaristía.

¿Qué estamos esperando? Vayamos al encuentro de Dios. Bebamos de las fuentes de la salvación Subamos nuestra vida a la autopista eterna. ¡Seamos santos!

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