Nos encontramos en un mes muy especial centrado en la Eucaristía, en el Corpus Christi, que desde la sencillez del pan y el vino, se convierten en el corazón de la Iglesia: “Es el centro de nuestra espiritualidad, como decía el Concilio Vaticano II, la Eucaristía es fuente y cumbre, horizonte y meta de toda la evangelización”.



Para hablar de este mes, buscamos a un amigo, un misionero que da testimonio de cómo el Amor de Jesús le cambió -y nos cambia- la vida. Martín Fernández Hileman, alias “rulo” es un misionero eucarístico. Este misionero, junto a otros, lleva adelante la Misión Eucarística, que desde el año 2010 viene recorriendo la Argentina, y algunas regiones de Chile, para llevar a Jesús a todos los rincones por medio de la fundación de capillas de adoración perpetua en las que Jesús nunca esté solo; de procesiones eucarísticas, talleres sobre la Eucaristía para niños, jóvenes y adultos mayores, misión joven eucarística y jornadas interreligiosas, entre otras.
“Conocer a Dios y vivir en abundancia”
En palabras de Martín: “cuando le das tiempo a Jesús, Jesús te comparte su sorpresa, su proyecto de vida, de felicidad, que siempre te va a sorprender, siempre te va a desestructurar un poco, pero te ofrece vida, vida en abundancia, vida que jamás podrías haber soñado”. Y respecto a la invitación que Jesús le hizo a misionar dice: “A mí me cambió todo. Me cambió toda la vida, radicalmente. O sea, Jesús me ama, chau, quiero salir a contar esto”.





Habiendo recorrido casi 100 parroquias, junto con todo el equipo, plasmaron su experiencia en un libro llamado Te comparto lo vivido: “El libro fue una forma de compartir con tantos amigos, con tantas personas, lo que fue esa experiencia. Y al mismo tiempo es un testimonio de la vivencia mía interior, cómo esa experiencia me transformó, me cambió la vida. Y también testimonios de distintas personas de distintas parroquias de cómo la adoración perpetua transformó sus comunidades y familias”. Y compartió esta invitación: “Anímense a descansar en los brazos de Jesús, a disfrutar de ese encuentro gozoso, cara a cara, con el maestro, corazón a corazón. Les aseguro que les va a cambiar la vida”.

Como adolescente en los años 60 no entendía que la adoración eucarística fuera para laicos. Al confirmarme, me convertí en «soldado de Cristo», miembro de la Iglesia militante, para luchar hasta llegar a la Iglesia triunfante. Tardé décadas en valorar la adoración mirando a Jesús y que él me mire. Carlo Acutis, igual que aquí Martín, desde jovencitos la valoraron.
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