Nos llamas,
Tocas la puerta,
Nuestra casa parece vacía.
Tardamos,
Estamos ocupados,
Te hacemos esperar.
Insistes,
Nos reclamas,
Somos tuyos.
Nos llamas,
Estamos sordos,
Y el corazón cerrado.
Y así,
De llamado en llamado
Sin responder,
Te vuelves
Un Dios que espera
Mientras que nosotros
Buscamos sentido
En la mediocridad
De los rincones,
Tú nos gritas
Desde el brocal
De la puerta.
Y así,
De llamado en llamado,
Sin responder,
Te vuelves
Un Dios paciente.
Hasta que un día
La fuerza de tu Espíritu
Nos quita la sordera,
Nos abre las ventanas
Del alma
E infunde en nosotros
La fortaleza necesaria
Para abrirte,
Abrirte nuestra vida
Dejarte pasar
Sin miedo,
A que lo transformes
Todo.
Y así,
Solo así
Con un corazón
De puertas abiertas
Podremos decirte
Al fin que sí,
Sin más demoras
Sin más escusas.
Tú,
Que eres llamado
Que eres espera
Que eres paciencia
Que todo lo perdonas
Que todo lo soportas
Que todo lo puedes
Dame la gracias de
Tener un corazón
De puertas abiertas
Y que cada vez que llames
Pueda decirte que SÍ.
Amén

Hace un año dejé pendiente releer esta reflexión que es también poesía. Hoy la retomo y veo clara la relación con la Palabra que nos dice que el Señor está a la puerta llamando, esperando que abramos, y si lo hacemos, entrará y cenará con nosotros.
No dice que hará portentos que nos cambiarán espectacularmente la vida. No. Simplemente quiere estar conmigo y compartir lo que le convide, lo que tengo, lo que soy.
Y espera pacientemente.
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