¿Quién de nosotros, cuando era chiquito, no escuchó esta pregunta: ”¿Qué querés ser cuando seas grande?”?
Con los deseos a flor de piel, con toda la vida por delante, contestábamos distintas cosas, pero todas inmensas, enormes, “lo más”, cosas casi imposibles para el mundo adulto, pero al alcance de la mano en la imaginación y proyección de los pequeños. Era posible con solo quererlo. No había trabas ni impedimentos.
La vocación a la santidad, a ser como Jesús, a tener sus sentimientos es también respuesta a una pregunta de Dios padre: ¿Querés ser como mi Hijo muy querido? Y nuestro sí fue recibir el regalo del Bautismo y caminar en la Fe, el Amor, la Esperanza.
Jesús es tan hermosamente “grande”, que, para ser como Él, el Padre Dios nos llama por nuestro nombre propio y nos invita a “algo” que tiene que ir siendo descubierto por “mí”.
Es “mi” misión en la vida, me llama a mí.
Siempre es algo grande, algo posible. Siempre será algo que posibilite que toda mi historia, con heridas, experiencias, gozos, dolores, fracasos, éxitos, proyectos; que toda mi vida encuentre sentido y plenitud, y me será dado ese gozo que nada ni nadie arrebata.
Mirar qué quiero “ser”, y en ese deseo profundo que da sentido a mi vida, se me dará escuchar por dónde tengo que empezar a caminar.
Será siempre entregar mi vida. La vida de cada persona. Por eso, es necesario descubrir, en el hoy joven de ustedes, cuál es la vocación: adónde, cómo, qué quiere Jesús para mí. Para esta aventura, hay que mirar el propio corazón, donde habita Dios mismo, mirar qué quiero “ser”, y en ese deseo profundo que da sentido a mi vida, se me dará escuchar por dónde tengo que empezar a caminar. Se trata de una invitación de Jesús y una respuesta libre mía (no se impone nunca nuestro Dios). Mi respuesta me hará más libre todavía si escuchando la voz de mi corazón, soy coherente y me pongo en camino.
Será siempre lo que le dé sentido a mi vida, será siempre servir a los demás, entregarme a hacer el bien, sembrar paz, gritar el Amor que Dios tiene por cada ser humano, jugarme por el Evangelio, viviendo todo en el ejercicio de una profesión como misión o formando una familia o en la vida consagrada o en el sacerdocio ministerial…Compromiso de por vida, sin mirar atrás, en proceso de entrega cotidiana.
«¿Querés ser como mi Hijo muy querido?» Y nuestro sí fue recibir el regalo del Bautismo y caminar en la Fe, el Amor, la Esperanza.
Esto que les comparto es lo que yo misma viví, en mi búsqueda de mi propia vocación, cuando terminé el secundario y se me abría el horizonte tan ancho como el mundo, en posibilidades de entregar mi valiosa vida. Tenía 17 años, quería estudiar medicina para dedicarme a lo que hoy son cuidados paliativos, porque me parecía que, en ese momento único y trascendental del ser humano, junto con la ciencia, había que “salvar” al hombre entero, y tomarle la mano, hablarle de Dios, de Su Amor, para que diera confiado el paso. Estando yo en esas, pensando en casarme y formar una familia, acompañaba a una amiga que tenía a su abuela moribunda. Llegamos las dos en el momento en que un sacerdote le estaba dando la Unción de los enfermos a la ancianita, ya “en las últimas”. Allí, en esa sala, en medio de los drenajes, tubos y monitores, se me hizo presente la realidad del Carmelo y que, por mi unión con Jesús, a través de la oración, llegaría a cumplir mi deseo de estar ayudando a los hombres, mis hermanos, a encontrarse con el Amor que salva y libera. Y también para que hubiera sacerdotes que se lo hicieran saber…
Así fue como vine al Carmelo y después de tantos años, vuelvo a constatar que todo lo que ahora les compartí en esta página es cierto: Jesús es fiel, sostiene, ilumina y da plenitud a los que se dejan conducir por Su Amor.
Desde el Carmelo Santa Teresita, junto a mis hermanas, le entrego mi oración para que encuentre cada uno su camino y se anime a recorrerlo, con la certeza de que Jesús jamás defrauda y con dificultades, vacilaciones y miedos, hace posible lo imposible.
“No temas; nada es imposible para Dios”, le dijo el ángel a María.
Así, como Ella, tendrán una alegría que será la garantía de estar “en ruta”.
Un abrazo.
Hna. María de los Ángeles Carmelo Santa Teresita, CABA, Argentina
