Ante la invitación a quedarnos en casa en el inicio de la cuarentena, lo primero que muchos pensamos fue: ¿Qué pasa con las personas sin hogar ni un plato de comida? La creatividad para ayudar se ponía en juego en la parroquia San Gerardo de la ciudad de San Miguel de Tucumán y la pregunta que se hicieron fue: ¿Qué haría Jesús en nuestro lugar? ¿Cómo ayudar en un contexto difícil y limitado?
El carisma redentorista de esta comunidad los llevó a responder rápidamente y organizarse para mantener vigente su misión cotidiana. El anuncio de la abundante redención a los más pobres y necesitados es el su principal motor: “San Alfonso -fundador de la Congregación del Santísimo Redentor– atendía a los pobres y a los abandonados, pero cuando descubre a los ‘cabreros’ en Scala (Italia), que eran los más pobres de la época, decide crear la congregación”, nos cuenta Verónica Soria, licenciada en Trabajo Social y coordinadora de la Pastoral Social de la parroquia. Los redentoristas nacen con esta misión, “es a lo que más tenemos que ser fieles. En este tiempo de crisis, de dificultad, que hayamos podido dar una respuesta es la fidelidad al llamado de Dios para ser parte del carisma”.
la misión de cada semana
Cada martes por la tarde, suele sentirse un exquisito aroma a comida en el salón comunitario. Muchos voluntarios ponen sus manos al servicio para cocinar y llevar alimento a personas en situación de calle. Este servicio lleva algunos años, pero se ha profundizado en los últimos meses.
“Cuando empezó la pandemia era firme el criterio que teníamos de seguir trabajando. El servicio debía seguir funcionando. La primera preocupación era la posibilidad de circular y cómo replantear lo que hacíamos de acuerdo a las posibilidades y condiciones de ese momento”, recuerda Verónica. “Por supuesto, también teníamos el temor del contagio, de la exposición. En ese sentido, tuvimos muchos recaudos”, aclara, porque, pese a los temores, había personas pasando necesidades y “no podíamos mirar para otro lado”.



El roperito es otro de los servicios de la parroquia. Los voluntarios trabajan separando ropa, clasificándola según su estado, estación y talle. Cada viernes por medio, personas en situación de calle y necesidad se acercan a buscar prendas para los integrantes de sus familias. Muchas familias también participan del comedor de cada domingo, que en este tiempo se ha convertido en una entrega de viandas. Asimismo, reciben donaciones de mercadería para cocinar, artículos de limpieza y ropa. La Pastoral Juvenil se encarga de esta asistencia, trabajando en equipo con Pastoral Social y Cáritas.
«Lo más importante que tienen los voluntarios para dar es al Señor»
A estas actividades se le suman dos merenderos, de los que solo uno siguió funcionando en esta época. Allí se sirve algo caliente para niños y adolescentes, acompañado de actividades recreativas y de oídos dispuestos a escuchar. Verónica resalta que lo más importante que tienen los voluntarios para dar es al Señor, el anuncio de un Dios que ama y que no abandona: “Buscamos que el hermano sienta que es importante para Dios y para nuestra comunidad. No se trata solo de dar comida y vestimenta, es llevar un tiempo de calidad, una buena conversación y ganas de seguir conociendo diferentes realidades para continuar emprendiendo la búsqueda de acciones que ayuden a mejorarlas”.
voluntariado en acción
El camino de reorganización fue difícil porque al principio los voluntarios eran menos y las personas que recurrían a estos espacios buscando ayuda se multiplicaron. “Respetamos la decisión de los voluntarios que se resguardaban en casa y, sobre todo, de aquellos que son pacientes de riesgo. Pero quienes podíamos, teníamos que continuar con el servicio”, comenta Verónica. Aun siendo pocas manos, “siempre encontramos alguien que nos animaba, que nos decía que demos lo que podemos con lo que tengamos. Si no llegábamos a cocinar para tantas personas, aunque sea les llevábamos sándwiches y té o café, porque eso podría significar una gran ayuda para alguien que no había comido en todo el día”.



Sin embargo, con el correr de los meses, se han ido sumando nuevos voluntarios genuina y espontáneamente: “Por providencia de Dios ahora hay muchas manos dispuestas”, agrega Verónica. El trabajo de un voluntario es arduo, por eso, necesita de compromiso, constancia y de un camino personal y comunitario. “En el trayecto del servicio te vas tropezando con tus propios prejuicios del pobre y sobre cómo debe ser la ayuda”.
Fue importante para todos el escucharse, contenerse y replantearse juntos el motivo de por qué hacer estos servicios en favor de personas de sectores más vulnerables. “Los queremos porque son los predilectos de Dios, de su amor. Y si Dios les prometió el Reino, nosotros no tenemos porqué desconocerlos. Si el mismo Jesucristo pidió ser servido y seguido en ellos… ¡No hay otro camino!”, expresa Verónica.
«Los queremos porque son los predilectos de Dios, de su amor. Y si Dios les prometió el Reino, nosotros no tenemos porqué desconocerlos».
Conocer otras realidades, conmoverse y tomar acción puede significar una gran ayuda para quien está pasando necesidades. Una tarde el padre Aldo Escobar, párroco de San Gerardo, fue a visitar los barrios vulnerables de la jurisdicción y le presentaron a Jessica Paz, una joven de 26 años. Ella le contó que, al recibir una caja con mercadería lloró, porque esa noche no tenían qué comer en su casa. Belén Páez, una de las coordinadoras del grupo juvenil de la parroquia, nos cuenta que Jessica “está a cargo de su familia, un hogar de 17 personas. La mercadería la ayuda un montón, a veces van unos vecinos también a comer con ellos. Es la única que hace todo en la casa, ella está muy agradecida, ya que con las cajas mensuales, la tarjeta alimentar y la posibilidad de sacar fiado en un kiosco del barrio, pueden comer cada día”.


CAMINO HECHO Y POR RECORRER
En estos meses, la Pastoral Social de la parroquia San Gerardo ha logrado unificarse, contenerse, acompañarse. Ya no se trata de grupos aislados que buscan donaciones por separado, sino de un trabajo en conjunto, donde se cuenta con el otro. Este proceso de unificación estaba pensado desde antes de la pandemia, para realizarlo paulatinamente, pero las necesidades han acelerado esta meta para trabajar en favor de muchas familias.
Por hacer, falta mucho. Permanentemente están replanteándose el qué y el cómo de lo que pueden hacer. “Nos está quedando pendiente acompañar a los enfermos en los hospitales y ver cómo recuperar un merendero para adolescentes que funcionaba en la escuela Larrea”, menciona Verónica. Pero están convencidos de que “a medida que nos acerquemos más a las familias y a sus necesidades, se abrirán nuevos caminos para ayudar”, concluye.
Queridos jóvenes, muy loable tarea la que están llevando a cabo. Los felicito de todo corazón. Verito estoy orgullosa de vos y seguí contando con mi granito de arena. Yo también en un tiempo pasado estuve ayudando en la cocina. La verdad fue una linda experiencia.
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