“Cuando vos das amor, se genera amor. No es algo que se da en una dirección, eso rebota, se contagia y transforma al voluntario y a la persona asistida”. Con estas palabras, Jorge Vega (43 años) define el servicio dentro de Lumen Cor.
Lumen Cor es una fundación conformada por voluntarios que, a través de la asistencia y contención a personas en situación de vulnerabilidad, buscan poner en práctica el mandamiento del amor: “Cada vez que lo hicieron por el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron por mí” (Mt 25, 40).
Iglesia Millennial conversó con Jorge para que nos contara más de esta fundación, que con casi 10 años y sorteando la pandemia, continúa ayudando a los hermanos.
“EL DESEO DE HACER ALGO MÁS…”
—¿Cómo iniciaste tu camino hacia Lumen Cor?
—Lumen Cor comienza con una iniciativa personal que fue acompañada por un conjunto de voluntarios de la noche de la caridad. Yo comencé a ir en 2007, con muchos prejuicios, miedos. Y viví algo que no se puede explicar, que es magia, la alegría que se produce cuando servís. Me daba cuenta de que iba cansado, sin ganas, volvía a mi casa a las 12 de la noche, a veces sin comer, pero volvía feliz. Es servir y descubrir que en el servicio se encuentra la alegría. Es algo que no podés explicar, lo tenés que vivir. Y comencé a comprometerme más y me encantaba ayudar, pero también me sentía triste porque no podíamos hacer algo más para revertir la situación de la gente.
A partir de este deseo creamos unos cupones en una guía, “la guía del buen samaritano”, donde cada cupón valía por un desayuno en la parroquia. Y a partir de ese momento la parroquia Nuestra Señora de Loreto se llenó de gente. Tuve esta idea y muchos amigos voluntarios que tenían este mismo deseo se sumaron y empezamos los grupos de contención. Habíamos puesto un televisor en la sala, había mucha gente y repartíamos café con leche y facturas. En ese conocimiento de la realidad del otro, las personas se iban abriendo y sucedió otro milagro: que podíamos ir revirtiendo esas situaciones de pobreza: le conseguimos trabajo a muchas personas, subsidios, conseguimos que varias personas pudieran revincularse con sus familiares del interior, hacíamos un trabajo más de fondo.
«En el conocimiento de la realidad del otro, sucedió un milagro: podíamos ir revirtiendo esas situaciones de pobreza»
En octubre de 2011, hicimos un encuentro arquidiocesano de la noche de la caridad. El objetivo era generar una red de noches de la caridad. El encuentro se llamó «El Buen Samaritano Necesita del Posadero», vinieron unos 120 representantes de la noche de la caridad y para el final del encuentro, presentamos los resultados de los grupos de contención. Cuando los voluntarios terminaron de hablar, se acercaron un montón de curas y laicos pidiendo replicar el modelo en sus parroquias. En ese momento, les expliqué que era algo que llevaba mucho trabajo y entonces les dije primeramente que no, porque tenía mi trabajo, mis cosas.
En ese tiempo participaba de un grupo de Adoración Eucarística, me puse a rezar y sentí que tenía que hacerlo, que no podía decirles que no, que me lo pedía Dios.
UN ENCUENTRO Y UN NACIMIENTO
—¿En qué momento comienza Lumen Cor?
—El 3 de diciembre convoco una reunión y presento el proyecto para replicar el modelo de los grupos de contención. En ese encuentro que se hizo en la Acción Católica, en ese momento, nació Lumen Cor. Incluso, ya no podíamos llamarlo «grupo de contención de Loreto» porque comenzaban a crearse en otras parroquias y pasamos a llamar a estos grupos Posaderos, por la parábola del Buen Samaritano, donde está el buen samaritano que se conmueve ante la realidad de su prójimo, pero acude al posadero buscando ayuda.
Luego de presentarse el proyecto en 2011, más de 200 voluntarios profesionales ya se habían anotado y los curas que habían apoyado en un inicio el proyecto se habían asustado porque fue como una explosión de voluntarios. Y pensé que el proyecto se caía…
“¿Qué los mueve? ¿Por qué están haciendo esto?”. Le respondí, “Lo que nos mueve es el amor”, y me dijo,:“Los vamos a acompañar«
Entonces un coordinador de Caritas me aconsejó hablar con Bergoglio. Tímidamente le envié un mail y, una semana después, el feriado del 25 de mayo de 2012, Bergoglio me llamó directamente: “Habla el cardenal Bergoglio”. Le conté de qué se trataba el proyecto y me dijo que ya lo conocía y que solo tenía una pregunta: “¿Qué los mueve? ¿Por qué están haciendo esto?”. Le respondí: “Lo que nos mueve es el amor”, y me dijo: “Los vamos a acompañar”. Y tuve tanto coraje en ese momento, que le dije: “Me alegro mucho de que nos acompañe, pero no alcanza. Necesitamos que nos abran las puertas”. Le expliqué lo que pasaba y él con mucha humildad me escuchó y me respondió: “Pucha. Lo voy a hablar con los obispos. Llamame en un par de días, pero llamame”. Y lo llamé, me consiguió una entrevista con cada uno de los obispos zonales y el proyecto se destrabó.
—¿Por qué Lumen Cor?
—Cuando visitábamos a la gente, se les iluminaba el rostro y nos dábamos cuenta de que la gente no esperaba la comida, sino a nosotros, y era un momento tan luminoso en medio de la noche, y de tanto amor, que se notaba la presencia del Espíritu Santo y me dije: “Somos luz para estas personas y ellos también para nosotros”, porque había algo que compartíamos en donde nosotros volvíamos también transformados, era recíproco.
LA CARIDAD EN LAS MANOS Y EN EL CORAZÓN
—¿Qué servicios brindan el día de hoy?
—El 30 de junio se cumplirán 365 días de que el comedor de Lumen Cor está abierto y funciona todos los días en el Parque las Heras de la ciudad de Buenos Aires. Es un servicio que funciona muy bien y se brinda el desayuno y almuerzo a 100 personas todos los días de la semana. El almuerzo es algo caliente y muchas familias del barrio colaboran. Hay gente de todas las edades: desde 18 a más de 60 años que participan cocinando y atendiendo.
Los equipos son rotativos para tratar de que siempre haya poca gente en la cocina. Hay dos grandes equipos: atención al público, dividido a su vez en 7 equipos de trabajo, divididos en los días de la semana. Por otro lado, el equipo de cocina, dividido en 4 equipos porque la comida se cocina, se deja preparada y, al día siguiente, el equipo que atiende la entrega. Todo en elementos descartables, lo que trae un costo fijo bastante alto en vasos térmicos, bandejitas de plásticos, film, rollo de cocina… creo que gastamos más en eso que en comida.
«Somos luz para estas personas y ellos también para nosotros»
En ese servicio se generan cosas muy lindas. Por ejemplo, una voluntaria me envió un videíto donde le prepararon una torta a una chica que asistimos y entre todos en el parque le cantaron el feliz cumpleaños, le dijeron que pidiera un deseo y ella expresó: “Que todos podamos salir de la calle”. Ese video muestra un poco cómo se trabaja.
LOS POSADEROS
—¿Cuál es el proyecto más representativo?
—Otro programa que está activo y que sufrió mucho la pandemia es la Red del Posadero. En este caso, tuvo que adaptarse a la pandemia, porque es un programa presencial. Para mí esta red es lo más importante que hacemos porque trabajamos procesos de reinserción social, en ayudar a esas personas a que puedan conseguir alojamiento, o tramitar una vacante en un hogar, a tramitar un subsidio habitacional o, si tienen problemas de adicciones, a través de un equipo interdisciplinario, acompañar a que esa persona pueda tener un tratamiento en una comunidad terapéutica, que en este momento hay varios asistidos nuestros que están en comunidades terapéuticas.
Y si no, cualquier tipo de gestión que va mas allá que darte un plato de comida o algo de ropa. Es lo más lindo porque ahí ves las transformaciones y realmente ahí se hace realidad este objetivo de ayudar a una persona a salir de la calle. Ayer hablaba con Matías, un chico que hace un tiempo fue un asistido de Lumen, y que hoy salió de la calle, está en pareja, se compro un perrito, y me decía algo que para él era fascinante.
TRANSFORMARSE PARA SEGUIR SIRVIENDO
—¿Cómo continúan sirviendo desde el 2020?
—A partir de la pandemia habíamos empezado un sistema virtual, pero no nos funcionó, así que logramos armar un sistema semipresencial, ya que hay muchas personas que están en la calle que tienen celular. Entonces los invitamos al comedor y vamos gestionando varias cosas por afuera. Y semipresencial, porque los voluntarios van a buscar a los asistidos y le llevan ropa, comida, tomando la iniciativa cuando ven que la gestión telefónica no alcanza.
Hay un posadero en el barrio de Paternal, en Nuestra Señora del Consuelo, que sigue atendiendo presencialmente, que no tienen comedor pero sí el posadero.
Nosotros teníamos atención presencial en casi 20 parroquias de la Ciudad que hoy trabajan semipresencialmente y solo se sigue atendiendo en Nuestra Señora del Consuelo y en Nuestra Señora de Loreto en forma presencial.
Luego, tenemos proyectos puntuales, como Navidad para Todos, un proyecto para trabajar desde el arte y la literatura con personas con discapacidad intelectual, que lo apoyan muchas organizaciones. También hay un proyecto que presentamos el año pasado al Ministerio de Cultura y fue aprobado, para formar una orquesta sinfónica infantil y juvenil formada por niños en situación de vulnerabilidad, ¡un sueño!
SANADOS PARA SERVIR
—¿Qué esperan generar en las personas que acompañan?
—Nuestro objetivo es ser comunidad. Las personas que logran salir de verdad, hacer una trasformación real en su vida, que generan vínculos nuevos y sanos, nacen de nuevo. Pero esas personas no se van, no es que se curan o rehabilitan y no lo vemos más, sino que se acoplan y se quedan en Lumen y terminamos formando una comunidad. Se quedan en Lumen Cor porque fue el lugar que los sanó.
Al principio es un trabajo a los ponchazos, porque la realidad de ellos también es muy compleja y son personas muy inestables y reactivas: a veces nos insultan, nos tiran algo o nos quieren robar. Pero cuando logran transformar toda esa realidad, después se quedan. Y de a poquito se va armando una comunidad.
«Su vida cobra sentido a partir del servicio también»
Son sanados para servir, como el momento en que Jesús sana a la suegra de Pedro y se pone a servirlos. Entonces, la idea es que se conviertan en servidores, pero no porque tengan que serlo, sino porque es lo que a ellos les nace. Una vez que son sanados forman parte del equipo y su vida cobra sentido a partir del servicio también. Como en realidad hubo un abismo en sus vidas, estar en la calle es cortar con todo, entonces vos tenés que crear un nuevo ecosistema y Lumen Cor termina siendo el sentido de sus vidas.
Oscar era un asistido en Lumen y hoy es parte de la comunidad, es un voluntario y está en el comedor todos los días, me envía reportes y ya no puede separarse de Lumen sin que su vida quede en la nada. “Somos una comunidad sin comunidad” porque no es por un lugar físico. Marcos, otro chico que era asistido, una vez me dijo: “Vos con Lumen Cor estás haciendo comunidad desde la calle, en vez de hacerlo en un campo, lo haces en la calle». Matías, Marcos, Oscar, Darío, Martín, todas personas que eran asistidos y ya son parte de Lumen Cor y no se quieren ir más.
EN EL SERVICIO SE ENCUENTRA LA ALEGRÍA
—¿Cómo transformó Lumen Cor tu vida?
—Lumen Cor hoy es mi vida. En el 2011, tenía mi vida bastante ordenada: estaba de novio, tenía un buen trabajo y la vida parroquial era una parte de mi vida. Y cuando lo vi venir, como un tsunami, recuerdo que estaba arrodillando rezando y dije, “si yo me pongo a replicar los grupos de contención, esto va a ser demasiado”. Yo no quería perder mis tiempos ni mis espacios. Y vino a mi cabeza una canción sobre una cita del Evangelio, “el que pierda su vida por Mí, la encontrará”. Y en el momento pensé, “qué garrón, tengo que aceptar”. Y se volvió mi vida, porque Lumen fue ganando cada vez más espacio y más tiempo y hoy es una Fundación. Es lo más importante y trascendente que hice en mi vida, porque ayudar a una persona a salir de la calle es como dar vida. A veces son los otros los que me dan las pautas, como Jorge Etcheverry, un voluntario que tiene una discapacidad intelectual y me dice: “Nosotros con Lumen salvamos almas”. Son personas que nacen de nuevo.
—¿Cómo creés que hoy debería vivirse el servicio a los demás?
—Yo creo que es la única salida, convertirnos cada uno de nosotros en amor, como dice el primer mandamiento, ser amor para los demás. Es la única llave para que se pueda cumplir la utopía de ser feliz, pero feliz como humanidad. Que quizás es algo como inalcanzable, pero cuando uno lo ve en algo micro, es posible. Voy conociendo historias y cosas difíciles que pasaron algunos voluntarios y cómo buscaron refugio en Lumen Cor, en donde hay algo, esta invitación de Jesús de amar y servir al prójimo, y, en esa tarea, es donde se sanan los voluntarios. Esto de ser sanados para servir vale tanto para los asistidos como para los servidores. Yo también experimenté esa fuerza sanadora, de verdad que pasa algo.
Porque nosotros le cambiamos la vida a alguien, en pequeña o en gran medida: con un café a la mañana, o que le cantes el feliz cumpleaños, el cambiarle la vida alguien pasa por cambiarle pequeños momentos y hasta grandes momentos, como el voluntario Matías que ya no vive en la calle.
Por eso creo que todas aquellas personas que estén buscando algún sentido a su vida, van a descubrir esto que les faltaba a través del servicio. Pero no tiene que ver solo con dar, creo que la clave es la apertura. Una voluntaria sintetizó lo que hacemos: “No necesitas nada para ser voluntario, solo tenes que abrir el corazón y dar”, que no es dar una campera y te vas, sino que tiene que existir esa apertura para dar con amor, abriendo el corazón al prójimo.
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