Desde la compasión ante la necesidad de abrazos, y de familias dispuestas a darlos, sin importar el tiempo o el frío; de estar atentos frente a las temperaturas muy bajas, y frente a las necesidades de las personas que duermen a la intemperie; desde lo pequeño, desde un ambiente de familia, como cada obra de la Iglesia; desde el amor nace Compartiendo Calor, porque al final del día, “seremos juzgados en el amor”.
Iglesia Millennial dialogó con un colaborador del grupo, Santiago Fernández, quien comentó su experiencia misionera en Compartiendo Calor, que según él mencionó “es más que un voluntariado o una ONG”. En ese sentido, señaló que “voluntarismos hay muchos” pero que esta tarea a largo plazo, que es más que repartir comida, solamente se puede hacer por obra del Espíritu Santo«.




Compartiendo Calor surgió a partir de pocas familias pertenecientes a la parroquia San Isidro Labrador. Al principio eran no más de tres, que empezaron a juntarse para cocinar y repartir comida a personas en situación de calle. Fue en el año de la Misericordia, el 2016. De a poco, esa pequeña propuesta, se fue haciendo más grande. Hoy son aproximadamente 50 familias que colaboran para garantizar que personas en situación de calle reciban un plato de comida de lunes a viernes.
A partir de la pandemia, los voluntarios empezaron a cocinar desde sus casas, y eso los unió como familia en el hogar. Gabriel Álvarez, otro voluntario, sostiene que su motivación para seguir ayudando es que no le gusta la realidad con la cual convive, pero la unión con sus hijas en este servicio le hace dar cuenta de que esta realidad se puede cambiar.
«Cada uno pone su granito de arena y la obra terminada es espectacular»
Una de las razones por las cuales Compartiendo Calor sigue sirviendo con perseverancia es la organización. Santiago nos cuenta que la tarea que realiza en el servicio no le significa un gran esfuerzo. Quienes cocinan lo hacen tan solo una vez al mes, y quienes reparten, una vez cada quince días, dependiendo la disponibilidad de cada voluntario. Esto es posible por las manos que se multiplican en el grupo.
“Está regado profundamente por la Providencia. La obra del Espíritu Santo es inmensa”, reconoció el voluntario. Todas las noches, desde 40 hasta 50 personas reciben un plato comida, un oído atento, y gestos de amor. «La suma de las personas que cocinan, la suma de las personas que reparten: cada uno pone su granito de arena, y la obra terminada es espectacular».
«El cristiano está para ser las manos de la iglesia y los pies de Jesús»
Además, aclaró que otra de las “cosas lindas” de Compartiendo Calor es que la comida es de excelente calidad. “Son platos que son verdaderamente un abrazo para las personas que lo reciben”, testificó.




Para Santiago, “el cristiano está para ser las manos de la Iglesia y los pies de Jesús”. Así, reconoció que para él es “durísimo” el trabajo en la calle: “Solamente se puede llevar a adelante viendo la mirada de Cristo que está presente en cada una de las personas que está en situación de vulnerabilidad”.
Finalmente, añadió: “Muchas veces las personas que visitamos ya han comido. Es más importante el abrazar, el contener, el rezar por el hermano. Esa es la tarea que tenemos que llevar adelante: es evangelizar. Es la tarea de la Iglesia entera”.
Bien Camila y bien IM. Excelente artículo, excelente emprendimiento asistencial y de amor, excelente organización sustentable y no subordinada a una persona, y excelente haber elegido a Santi como interlocutor.
PD: acabo de enterarme de la página FB que tienen! Gracias.
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