¿Dónde está Dios?

Estando en clase, unas semanas atrás, un profesor hizo esta pregunta: «¿Dónde está Dios? ¿En dónde lo podríamos encontrar?». Algunos contestamos que en el hermano, en el que sufre; también en la Eucaristía y en la Misa. Sin embargo, uno de mis compañeros le respondió que no podemos determinar dónde está y dónde no está Dios, porque las nociones de tiempo y espacio no responden a la realidad de Dios. En su eternidad, Dios está en todas partes.

Me gustó muchísimo esta respuesta, porque me hizo pensar que Dios está siempre presente. No se pierde ningún instante de nuestras vidas. En cada paso que damos, en los buenos y malos momentos, Él está junto a vos, junto a mí, junto a todos.

Dios está en todas partes

Lo que empezó siendo una clase más terminó siendo el disparador de estos días de oración, porque no paré de pensar que en cada instante que pasaba, en casa, en la facultad, en la parroquia, o incluso acá junto a vos, Dios está a nuestro lado, esperándonos, para soñar juntos una vida eterna.

Y esto que pareciera la escena de amigos que se cruzan a cada rato puede convertirse en una vida dándonos cuenta de que hay Alguien esperando amarnos. ¡Qué loco!,¿no?

Este tiempo de Cuaresma que estamos viviendo nos permite volver la mirada al centro de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Este tiempo viene a contarnos de lo eterno y siempre nuevo del Amor derramado en la Cruz para amar, amar y solo amar, siempre, mucho más.

¿Quién es capaz de dar su vida por los amigos? ¿Quién se pone a lavar nuestros pies? ¿Quién se deja humillar con tal de salvarnos de la muerte y del pecado? No es un superhéroe: es Dios mismo que siendo hombre (es decir, haciéndose uno de nosotros) nos ama hasta el extremo, pasando incluso por nuestras mismas situaciones de vida.

¿Quién es capaz de dar su vida por los amigos?

Poco a poco voy comprendiendo lo que mi compañero quiso decir en clase: que Dios se escapa de toda realidad, que sale de los tiempos y de los espacios. Pero también sale de nuestra lógica. ¡Se nos debería volar la cabeza con solo pensar en un Dios eterno, que una y otra vez carga nuestra vida en Sus hombros para alivianar nuestras penas y angustias por el solo hecho de amarnos! Y esto lo vive día tras días, momento tras momentos, instante por instante.

Somos creación amada

Ojalá podamos darnos cuenta de esta ofrenda de vida que recibimos con tanta generosidad, y ver a quien está siempre presente, aunque a veces no lo podamos ver ni sentir. Él está. Siempre. Somos creación amada, hecha por amor, con amor y para el amor.

Que esta Cuaresma no pase sin dejarnos una huella del paso de Dios en nuestra vida y en la de tantos familiares y seres queridos. Que, al reconocer la presencia siempre nueva, siempre eterna de Dios, podamos hacernos semejantes a Jesús en su misma ofrenda, dando nuestra vida por amor a los demás. Hay que tomarnos varios momentos al día para reconocerle bien cerquita, y hablarle directo al corazón.

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