“Si vos me pedís que te haga un regalo, lo mejor que te puedo regalar es que te animes a vivir esta experiencia”, dice Mariel, cuando le pregunto cómo invitaría a alguien a hacer el Proceso Comunitario para la Confirmación. Tiene 44 años y hace casi 30 fue ella la invitada: dos años después era catequista y hoy sigue viviendo su fe en comunidad con parte del grupo que recibió el sacramento con ella, incluyendo a quien ahora es su esposo.
El Proceso Comunitario para la Confirmación (o PCC, para los amigos) es una propuesta pastoral, evangelizadora y catequística orientada tanto a jóvenes como adultos. Se trata de un servicio para la Iglesia Católica “que surge a partir de dos hermanos que participaban del Movimiento”, cuenta Mariel, haciendo referencia al Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular nacida a raíz de un retiro de Pascua en 1974. “Fue llevado adelante durante muchos años por miembros del Movimiento y hoy lo es también por otros catequistas de la Iglesia Católica».
REVITALIZAR LA CATEQUESIS Y SER PARTE DE LA IGLESIA
La Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana, junto con el Bautismo y la Eucaristía. Como dice el Catecismo, “une [a los bautizados] más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza espiritual del Espíritu Santo”, y esto es lo que busca resaltar esta propuesta de catequesis que nació en la provincia de Buenos Aires y hoy se encuentra en al menos 11 provincias argentinas, además de tener presencia en países como Uruguay, Perú, Ecuador y España.



“El PCC nació para activar la catequesis de Confirmación hace 40 años, en 1982,” explica Mariel. “Estábamos transcurriendo como país una situación bastante particular, todavía en dictadura, y la catequesis para los jóvenes estaba muy poco desarrollada. Los iniciadores de esta propuesta, dos personas de Avellaneda, le ofrecieron a su párroco hacerse cargo de la catequesis de Confirmación con dos objetivos: que los pibes que llegaran pudieran encontrarse con un Jesús vivo y que, después de ese año de experiencia, una vez confirmados, se pudieran comprometer activamente con la vida dentro de la Iglesia, y así ir revitalizándola desde la juventud”.
Se trata de una propuesta, entonces, que nace a partir de un sacramento y camina hacia él, pero que abarca mucho más. “Es una experiencia tan linda de fe vivencial que sería una lástima que quedara solamente en eso. Es un encuentro con una fe viva, con un Jesús vivo que camina en tu vida hoy y no solamente con una historia de hace 2000 años”,
Hoy la catequesis del PCC se ofrece tanto a jóvenes como a adultos, a personas que quieran confirmarse y a personas que ya están confirmadas o que quieren recibir otros sacramentos “con este objetivo, que sigue siendo el mismo que el de los iniciadores: encontrarte con un Jesús vivo y desde ahí comprometerte con la vida de la Iglesia”.
un sacramento vivido CON JESÚS
Al comenzar a hablar de su experiencia, Mariel me cuenta que, inicialmente, no estaba buscando confirmarse, aunque había tenido la idea algunos años atrás, cuando participaba de otro grupo de Iglesia: “Se me había ido el deseo de confirmarme, pero mi tía lo retomó y me invitó. Ahí fui para hacer una catequesis de Confirmación, pero lo que encontré fue algo que va mucho más allá del sacramento, que lo complementa. Por supuesto que el sacramento es algo muy importante, pero no quedó ahí. Al año siguiente hice el retiro de Pascua y seguí caminando en comunidad”.

Tres generaciones de catequesis: «Acá estoy con Chou, que fue mi catequista en el 1994, y con uno de sus hijos, del que fui catequista en 2014».
“La Comunión la viví desde un lugar mucho más tradicional,” dice para comparar, cuando le pregunto cómo fue confirmarse después de ser parte del PCC durante todo el año. “Cuando me preparé desde esta catequesis para el sacramento de la Confirmación, tuve una conciencia plena de lo que estaba haciendo. Por cómo está dada, llegás al sacramento con una elección personal mucho más consciente de lo que estás haciendo. Lo elegís, lo abrazás, lo entendés y, sobre todo, lo vivís: vivís eso que estás haciendo con hermanos y con Jesús”.
«Anunciamos a un Cristo resucitado capaz de ser ‘experimentable’ comunitariamente en un clima de fraternidad»
En línea con esos dos objetivos originales de quienes iniciaron la propuesta, se trata de una catequesis no convencional, “sin despreciar a esa catequesis”, aclara Mariel, “que es desde donde venimos y es lo que, a veces, sostiene la fe durante muchos años. Pero lo que pasa acá es que das un vuelco a algo mucho más vivencial, más real, más tangible. Los iniciadores decían que nosotros anunciamos a un Cristo resucitado capaz de ser ‘experimentable’ comunitariamente en un clima de fraternidad”.
NO PODEMOS CALLAR LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO
El PCC cuenta con una escuela de catequistas, y quienes llevan adelante los diferentes grupos se forman tanto en la catequesis propia del servicio, como en la vida del catequista, las Escrituras y la estructura de la Iglesia. Se trata, mayoritariamente, de jóvenes, ya que la propuesta, aunque de puertas abiertas, inició y se mantiene esencialmente como una catequesis “de jóvenes, servida por jóvenes”. Ante todo, sin embargo, estos catequistas son personas que “dan testimonio de lo que Cristo hizo en su vida, de lo que es llevar nuestra vida en este mundo con Jesús. Somos llamados a ser luz dentro de este mundo, y esta luz es a través del testimonio”.

Como parte del suyo, Mariel nos cuenta una situación que se dio en sus primeros años como catequista en la parroquia Santa María de los Ángeles, la primera que replicó en Capital Federal aquella propuesta que se había iniciado en Avellaneda. “Cuando yo tenía 19 o 20 ,años vivía con mi papá y por diferentes cosas que pasaron, un día él se mudó y yo me quedé viviendo sola”.
La mudanza transcurrió temprano, antes del horario en que le correspondía ir a la parroquia. “Ese día me tocaba el primer momento de la reunión, el recibir con alegría a los hermanos que llegaban, pero yo estaba rota. Me acuerdo de llegar pensando en cómo la iba a dibujar, pero al llegar, con todo eso a cuestas, tuve la experiencia muy vívida de llegar a un lugar donde estaba en casa, donde me estaba recibiendo mi familia, que eran los otros catequistas. Mi vida siguió transitando la dificultad, pero la pude atravesar desde una conciencia y un corazón diferentes: lo que en algún lado me era quitado, Jesús me lo daba en ese lugar. Me recibía una parroquia que para mí era mi casa y estos hermanos que para mí eran mi familia”.
ANIMARSE A UNA EXPERIENCIA DIFERENTE
“Todas las personas que pasamos por esta experiencia coincidimos en que es un antes y un después”, dice Mariel. “No te va a resolver la vida o los problemas, pero te cambia el foco de la mirada, te para en un lugar diferente, más trascendental”.
«Somos llamados a ser luz dentro de este mundo, y esta luz es a través del testimonio.»
Los encuentros del PCC comienzan cada año después de Semana Santa y se extienden en forma de reuniones semanales durante todo el año, en un camino gradual, como cuentan en su web, con un estilo catecumenal de iniciación a la fe, en el que se anuncia el kerigma y se busca catequizar desde la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia.
Hay dos retiros y, al final, en los meses de noviembre o diciembre, tienen lugar las Confirmaciones. Mariel aclara que durante las primeras semanas la inscripción queda abierta. Y, por último, remarca que el PCC tiene las puertas abiertas para todos y todas, “porque Dios es así, no hace excepción de personas, Dios es posibilidad, como decía uno de los iniciadores”.



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