Maestros de ternura

Con motivo de la II Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores que se celebrará el próximo 24 de julio en Roma, el Papa Francisco nos convoca a todos a rezar durante este mes de manera especial por los ancianos. Sin dudas, esta invitación esta signada por la necesidad de promover una toma de conciencia de toda la familia humana sobre la importancia y el lugar privilegiado que deberían ocupar las personas mayores en nuestras comunidades, en nuestra sociedad. Hay un llamado de atención al respecto de volver a mirar a las personas que atraviesan esta etapa de la vida con amor, con respeto y con ternura. En este sentido quiero compartir con ustedes tres frases del Papa que nos pueden ayudar a reflexionar sobre este tema y ponerlo en oración:

“Necesitamos, en este mundo acostumbrado a la guerra, ¡una revolución de la ternura!”. Cada uno de nosotros sabe la situación de conflicto que estamos atravesando a nivel mundial y también a nivel social en nuestro país. Muchas veces frente a estas situaciones negativas que se repiten día a día y que encima son sobreexpuestas por los medios de comunicación, nos vemos ganados por la desesperanza, la tristeza y el desánimo. Sin embargo, estamos invitados a la revolución del amor, al cambio a través de la ternura, y una de las fuentes desde la que podemos aprender esa ternura son nuestros mayores, padres, abuelos, familiares, que con incansable entrega y silenciosa compañía son sostén de tanta vida: maestros de ternura. Muchas veces las palabras de una persona mayor son la paz para las luchas que perturban los inquietos corazones más jóvenes. Qué bendición tan hermosa y a veces poco valorada es contar con estas palabras que dan paz.

…estamos invitados a la revolución del amor, al cambio a través de la ternura…

“Los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Son la sabiduría escondida de un pueblo”. Hace poco como Iglesia celebramos la fiesta del Corpus Christi donde redescubrimos la misión de ser pan para el hambre; pan para el hambre de amor, de compañía, de paz, de ternura. Estamos llamados a ser pan como el mismo Jesús, a donarnos, a entregarnos. No es un camino fácil, sin embargo, el testimonio de los que ya caminaron antes que nosotros puede ser experiencia que se convierta en escuela de vida. Pensemos por un momento en esos rostros que son significativos en nuestra vida, en esos adultos mayores que nos han tomado de la mano en nuestra historia. ¡Gracias Señor por el don de sus vidas y la riqueza de su sabiduría que han sido y son luz en el camino de la vida!

Estamos llamados a ser pan como el mismo Jesús, a donarnos, a entregarnos.

“Recemos por los ancianos, que representan las raíces y la memoria de un pueblo, para que su experiencia y sabiduría ayude a los jóvenes a mirar el futuro con esperanza y responsabilidad”. Puede que muchas veces nos pase que nos sintamos muy alejados de los intereses e incluso de comprender la vida y las opciones de las personas mayores, de los ancianos; sin embargo, los más jóvenes tenemos la oportunidad de generar espacios de empatía, de escucha, de compañía, de atención tierna, comprometiéndonos a construir una cultura de encuentro intergeneracional, tanto en nuestras familias como en nuestra sociedad. En este sentido, las generaciones más jóvenes somos interpeladas en nuestra capacidad de amar, de ser cada día más abiertos, más pacientes con nuestros mayores, incluso, a dejar de correr para poder tomarlos del brazo y dar unos pasos de amor a su lado.

Pidamos a Jesús un corazón que sepa acariciar con ternura a las personas mayores. Un corazón que sea paciente y abierto a aprender a amar cada día más y mejor.

Amén

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