Si alguien me preguntara hoy qué significa la misión para mí, respondería que la misión es peregrinar la vida de corazón a corazón. Si lo miro en retrospectiva, luego de tantas hermosas experiencias misioneras compartidas en comunidad, descubro que la misión es un llamado, un caminar con sentido. No hay un día en donde no se nos presente la oportunidad de misionar. No hay un solo día en nuestra vida en donde no seamos llamados a ser misioneros. La misión te convierte en peregrino de un camino lleno de corazones a través de los cuales el mismo Jesús se manifiesta.
Un corazón misionero es un corazón sin excusas para el amor. Es un corazón siempre disponible, sencillo y tierno. Un corazón siempre listo para la escucha, para la compañía, para el silencio compartido y también para el consejo. Pensemos en la persona de Jesús, en sus palabras y en sus obras, en su coherencia de vida, en su humildad y en sus convicciones, en su amor incondicional y obediencia al Padre. Pensemos en ese Jesús peregrino, misionero, que a cada paso curaba, anunciaba el evangelio, enseñaba, en fin, hacía el bien.
Una vida en modo misión es aquella que no pierde la oportunidad de hacer el bien en el entorno en el que se encuentra. Para el misionero cada corazón es tierra sagrada y lugar de misión. Es aquí donde podemos entender que la misión no es sólo una experiencia que queda agendada para los meses de verano, sino un estilo de vida que toma protagonismo en los detalles de la rutina de cada día. “Preciosa es la vida entregada por la misión” decía San Arnoldo Janssen, y cuánta razón tenía. Quien ha tenido la posibilidad de experimentar el gozo de un corazón que se entrega no quiere volver atrás.
Ojalá que cada uno de nosotros pueda vivir este llamado a la misión cada día con más profundidad y compromiso. Que podamos hacerlo y vivirlo como hermanos, tomados de la mano y reconociendo los momentos en los que necesitamos parar, acoger, atender, escuchar. Que el motor de nuestros pasos sea la oración y el dar a conocer a todos un amor que abraza sin excluir a nadie. Todos estamos llamados a ser misioneros del amor de Dios y hay cientos de maneras de poder comunicarlo. Sólo tenemos que ser creativos y dejar que el Espíritu Santo nos muestre el camino.
¿En dónde Jesús te llama hoy a ser misionero? ¿Con qué gestos o detalles podrías transmitir el amor de Dios a quienes te rodean? Podrían ser algunas de las preguntas que te pueden ayudar a meditar sobre cómo estás viviendo tu llamado a ser misionero. Pidamos a Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, quien estando en el cielo sigue misionando en la tierra, que interceda por cada uno de nosotros y nos ayude a ser semillas de bien en nuestras familias, comunidades, grupo de amigos y lugares de estudio y trabajo. En fin, que seamos capaces de salirnos de nosotros mismos para darnos a los demás.
Amén.